(Salvador Dalí)
Desde hace ya algún tiempo, este día es distinto al resto. La fecha marca un momento en mi memoria histórica que intento olvidar, pero que no olvido, porque no quiero, porque no puedo.
Recuerdo que su enfermedad rompió con la racha de alegrías y bienvenidas familiares; una operación banal descubrió una metástasis que se había infiltrado a través de sus órganos, y que, tras años de lucha, un 9 de septiembre de hace 14 años, pudo con su vida.
Antes de su muerte, y con la llegada de la enfermedad, ya se había transformado la familia; las visitas a los hospitales, a los curanderos; la búsqueda de milagros con alimentos casi desconocidos, con personas que creían que con su mente podría salvar su vida.
Pero era inútil. El avance de la enfermedad era lento y seguro; nos estaba afectando a todos en la familia. Menos a mi hermana. Su fuerza y su tenacidad, llevaba sus seis meses de esperanza a cuatro años de voluntad inquebrantable de seguir adelante, de ver crecer a sus hijos.
Todos tenemos el privilegio de poder mantener vivo el recuerdo de las personas que queremos, y los que sobrevivimos, a mantener vivas las ganas de seguir adelante con la vida, aún sabiendo que ya no estamos completos. Porque ya nada es igual, aunque intentemos pensar que nada cambia en realidad