jueves, 24 de diciembre de 2009

Felices Fiestas


(Sakamoto Ryuichi - Merry Christmas Mr. Lawrence)

Para los que tienen estas fiestas como algo especial y entrañable... y para los que quieren que pasen sin causar dolor.
Para los que os acercais a mis pequeñas ventanas y os quedais un instante.
Gracias por la compañía. Gracias por estar.
Miguel

lunes, 21 de diciembre de 2009

Escalofrío


Joven en su ventana (Gustave Caillebotte)



En mi sueño, me zarandeaban como si fuera un muñeco de trapo. Alguien enorme me tenía sujeto del hombro, y su voz como lejana me advertía furioso de las consecuencias que mis actos iban a tener.
Al poco, esa voz lejana y ronca se fue transformando y percibía la voz de un niño que me advertía; aunque de una manera más perseverante y repetitiva, la voz me resultaba agradable y familiar. Lo que tienen los sueños… pensé.
Mi hija no dejaba de zarandearme mientras yo sonreía idiota al sueño que iba dejando atrás. “Papá, levanta, que ha nevado”
Por fin, cuando mi subconsciente novela terminó, me di cuenta de la realidad de aquellos zarandeos y de la voz de mi hija, ya cercana a la desesperación, reclamando atención y no dejándose asustar por mi estado.
“Ha nevado, Papá”. Qué bien, pensé, otro día de atasco... Me dejé llevar cansino con mi mano derecha cogida a su zurda, al mirador del salón.
El espectáculo, como siempre que nieva en una ciudad tan seca como mi Madrid, pegaba mi nariz a la ventana y me hacía poner la misma cara que mi hija, la misma que ponía siempre cuando la nieve mojaba Madrid.
“Es genial, ¿verdad? Lo es.
Nos quedamos un rato mirando caer copos, comentando su tamaño, y la fuerza con la que caían. Comentábamos con aire de eruditos, si terminaría por cuajar, y nos tendríamos que quedar en casa aislados durante días, o tendríamos que ir al cole y al trabajo.
Tras un rato mirando la nieve en silencio, miré a mi hija. Miraba con la conciencia blanca, sin manchas, como caía la nieve. Su mente se relajaba ante la grandeza del momento. No sé si fue el frío, la nieve, o esa mirada, pero resbaló por mi espalda un escalofrío que, ahora, con la nieve convertida en historia y agua, todavía siento.