Ella quería un gato. Un gato de mucho pelo, tranquilo y
silencioso.
O mejor uno callejero. De los que quieren tener espacio para seguir siendo ellos.
Quizá ese fue el problema. Que ella quería un gato tranquilo,
silencioso y con mucho pelo que nos hiciera compañía. O de los callejeros. Al que pudiera querer, acariciar en las noches tranquilas de silencios prolongados.