viernes, 29 de agosto de 2008

Dejé de ser niño


(C. Monet. Estación de Saint-Lazare)

Dejé de ser niño a los doce años.
Mi existencia viajaba en un carro de ruedas cuadradas; no sabía lo lenta y triste que era mi paso por el mundo hasta que, la coincidencia, el destino, la casualidad, o porque así lo dispusiste tú, nos cruzamos.
Mi tren, de camino a un campamento de verano, se retrasaba. Mis padres esperaban conmigo a que el tren iniciara el camino de mi destino, y de su descanso. Un mes sin mí, eran unas vacaciones para ellos; para experimentar lo que se siente sin lo que se interponía entre ellos, cuando las tormentas arreciaban, o la falta de sueño desvelaba también sus caricias. Aunque yo qué sabía que era sentirse así.
Ni sabía nada de amor ni de niñas. Yo no sabía nada de ellas. Sólo que no eran como nosotros. Mis doce años eran de ignorancia y fútbol. De carrera de chapas y peleas. Las chicas estaban para dar visiones distintas de las cosas, para hacerlas chillar, y para incordiarlas intentando mirar por debajo de su falda y ver el color de las bragas que llevaba.
El arcén 7, las diez y cuarto, de aquel sábado caluroso, te vi llegar con ese aire entre coqueto y ausente. Con cierto desparpajo llevabas la voz cantante en el camino al tren; tus padres, buscaban, detrás de ti, el camino al vagón adecuado, que resultó ser el mío. El viejo y verde vagón que me llevaría en el mismo destino que el tuyo. O que, al menos, se acercaría.
No pude evitar mirarte, no pude dejar de seguir tus pasos con mi cuerpo, y que se me abriera un poco la boca, como el tonto que era con doce años. Lo que estaba viendo no era una niña; no como las que había en el barrio. Tú eras diferente.
Tu mirada, tus ojos marrones oscuros, tu forma de moverte. No… eras definitivamente extraterrestre.
Por fin anunciaban la salida del tren… “que efectuará su salida desde el andén 7, dirección Badajoz, y que efectuará paradas en Talavera de la Reina, Oropesa, Navalmoral…. Trujillo…..Badajoz”. Mis padres me empujaban con el ansía de que no perdiera el tren, y su oportunidad de soledad. Yo no dejaba de mirarte mientras subía por los empinados y altos escalones del tren. “Adiós hijo, pásatelo bien” me decían mientras me daban un beso de soslayo y me sentaban en el asiento corrido, asignado para mí. Mi padre dejó la maleta en la rejilla de arriba, y se precipitaron al arcén de nuevo para despedirse y asegurarse que me quedaría en vagón. Tus padres estaban junto a los míos, pero tú no estabas. Yo miraba entorno suyo, ignorando a mis padres, por si te veía.
Te sentaste frente a mí; alguien te subió la maleta y me miraste y miraste a tus padres para despedirte con la mano.
Volviste a mirarme…Hola, me dijiste; apenas salió de mi voz la palabras de saludo. Sonreíste.
Mis padres se preguntaban porque dejé de mirarles cuando el tren se iba.
Y es que no se daban cuenta de que estaba mirando fijamente a mi destino; y que ya no sería nunca más ese niño tonto de 12 años.

jueves, 28 de agosto de 2008

¿Hablamos? (Pedro Salinas)


(Monet)


¿Hablamos?
¿Hablamos, desde cuándo?
¿Quién empezó? No sé.
Los días, mis preguntas;
oscuras, anchas, vagas
tus respuestas: las noches.
Juntándose una a la otra
forman el mundo, el tiempo
para ti para mí.
Mi preguntar hundiéndose
con la luz en la nada,
callado,
para que tú respondas
con estrellas equívocas;
luego, recién naciéndose
con el alba, asombroso
de novedad, de ansia
de preguntar lo mismo
que preguntaba ayer,
qué respondió la noche
a medias, estrellada.
Los años y la vida,
¡Qué diálogo angustiado!

Y sin embargo,
por decir casi todo.
Y cuando nos separen
y ya no nos oigamos,
te diré todavía:
“¡Qué pronto!
¡Tanto que hablar, y tanto
que nos quedaba aún!”

Pedro Salinas
La voz a ti debida
(Ed. Alianza)

Erase una vez América





Sergio Leone con música de Ennio Morricone crearon una obra maestra que todavía tengo en mi memoria. Al igual que con El padrino, son películas de amor, amistad, honor, mafia.
Dos escenas, para que os quedeis con ganas de más.

miércoles, 27 de agosto de 2008

O´Brother



Probablemente no es la mejor película de los Hermanos Coen. Aunque me resultó muy divertida, y, con una banda sonora fantástica.
Aunque Muerte entre las flores sigue siendo la película que me inicio en el mundo de los Coen, y el sombrero volando en el bosque es una imagen para el recuerdo.

La Terraza


(Federico Zandomeneghi. Terraza en el boulevard)

Estaba en la acera de enfrente. Esa terraza a la que siempre miraba con cierta envidia. Con ganas de que fuera para mi.
Me sentaría, en vez de pasar a su lado de forma rápida y precipitada; me sentaría y me tomaría un café, sólo con hielo, y pasearía junto a los que pasean alrededor de la terraza.
Miraría a ese señor cabreado con su móvil, que lo mira con odio pensando dónde estaría su cobertura en ese momento, en ese preciso momento que tiene que hacer esa llamada tan importante.
O, mira, mira esa chica; que manera de andar. No sé porqué hay personas que andan como si estuvieran en pasarela Cibeles. Pero no pasa desapercibida. La señora del carrito se ha parado y la mira con descaro… la acompaño con el carrito; va a la tienda del número 24; tienda con aire de boutique, pero que pone un terrible “Carnecería Ramos” en el título de su tienda.
Y ese niño paseando relajado, apenas doce años, que por la hora, todo me indica que no está dónde debería.
La mirada de esa mujer. Pasea con una sonrisa, y con tristeza en la mirada. Se mira en el espejo de la zapatería que se encuentra pared con pared con la panadería. Nos miramos sus ojos. Están tristes; las gafas de sol en el bolso; las busca y se las pone; se recoloca su reflejo y sigue su marcha con la sonrisa en los labios.
Supongo que cada uno que pasa junto a la terraza tiene su historia. Me gustaría saberla. Algunas son de apenas tres líneas; otras me llevaría toda mi vida contarlas.
Mi vida la preguntará otra persona que se siente en esa terraza, cuando paso con aire de llegar tarde. Y se preguntará porqué miro con tanta envidia a los que se sientan en la terraza. O quizá me vea pasar sin verme. Un reflejo más en un escaparate.

martes, 26 de agosto de 2008

Incomunicación


(Salvador Dalí)

Cada vez más pienso que a nuestra relación le falta comunicación.
Cada vez hay menos palabras que reflejen cómo estamos, como nos sentimos.
Al principio todo fue bien. El encuentro se produjo después de largas charlas (en ese momento sí que hablábamos) a través del correo electrónico primero, y después del, para mi fascinante, mundo de los Chat.
Decidimos que teníamos que conocernos en persona. Vernos las caras, y decirnos lo que nos tuviéramos que decir, mirándonos a los ojos. No sé si fue un flechazo, pero nuestras miradas, nuestros respectivos ritmos de la voz, lo que nos decíamos, lo que no decíamos, cómo nos temblaba la voz al hablarnos, daba a entender que había algo más que buena amistad.
Tras esos primeros, pocos, encuentros, casi formales, de besos en la mejilla, risas cómplices, y cines insustanciales, empezamos nuestros primeros pasos hacia la incomunicación…
No diré que, al principio no me gustara… El primer beso robado a tus labios, las primeras caricias, la primera vez que te besaba más allá de lo que el cuello indicaba… Esos momentos, llenos de dulzura, casi de candidez, empezaron a callar nuestras bocas con besos y miradas.
Desde ese instante, se apagaron casi hasta el silencio absoluto, nuestras voces.
Decidimos vernos, la primera vez, en ese Hotel casi perdido en la carretera que nos llevaba al sur. A ese blanco con letras verdes. Sí, a ese. Un martes sí, otro no; ni en vacaciones ni en puentes. A una hora pactada, en una habitación consensuada; llevaba yo algo de beber.
Cuando llegué la primera vez al Hotel, ya estabas en la habitación. Apenas mis nudillos tocaban la puerta, cuando abriste la puerta. Acababas de llegar y apenas te dio tiempo a dejar el bolso en la mesa de la habitación, y soltarte el pelo, que siempre habías llevado recogido mientras nos conocíamos. Iba a decirte lo que me gustabas con el pelo largo dejándose caer sobre tus hombros, pero me pusiste el dedo en la boca para que no hablara.
La única luz que estaba encendida era la del baño, que iluminaba de manera indirecta la habitación, para tener la posibilidad de vernos, sin que la luz inundara nuestros cuerpos.
Me cogiste de la mano, y me diste la espalda, acercándome a la cama. Te giraste, me miraste a los ojos, y me besaste con la lengua hasta lo más profundo de mi boca. Ese primer beso me ofreció la posibilidad de comprobar que se puede levitar mientras se besa; mientras te besan. Mi cuerpo respondió inmediatamente…
En breves segundos, nuestros cuerpos estaban desnudos frente a una cama hasta ese momento desconocida. No recuerdo cómo llegamos a desnudarnos, pero recuerdo que nos habíamos dejado de besarnos en ningún momento. Nuestras manos empezaron a conocer los respectivos cuerpos. Ni una palabra… sólo besos y manos acariciando lo más profundo y guardado de nuestros cuerpos.
Mi lengua recorrió cada pequeño recoveco de tu cuerpo; cada pequeño pliegue. Te miraba a los ojos y tú asentías; cuando apartaba mi boca de tu cuerpo, me mandabas callar con el gesto del dedo en la boca, y sólo se percibía un apenas audible "sigue"… Opté por mirarte mientras descubría los secretos de tus piernas, de tus muslos, para ver si aprobabas mis movimientos. Pero ni una palabra. Solo movimientos de asentimiento, mirada fija en la mía, y las manos en mi cabeza…
Su descubrimiento de mi cuerpo tuvo similares silencios… sus manos en mi pecho, sus caricias, su boca descubriendo secretos incluso que yo mismo desconocía… cuando le empezaba a pronunciar algún palabra de excitación, paraba, me miraba y solo adivinaba a oírle decir "calla"….
Los sudores y la excitación de nuestros cuerpos, moviéndose a ritmo lento o rápido, según el momento, sólo eran acompañados por palabras sueltas, por gemidos y jadeos… No dejaba que las palabras salieran de nuestras bocas. Las callaba con besos apasionados, o con caricias en lugares increíbles que me dejaban mudo.
Tras ese primer encuentro, lleno además de caricias, de besos imposibles, y lleno de silencios, seguimos encontrándonos los días citados, en el Hotel y en la habitación que habíamos acordado. A cada encuentro, el conocimiento de nuestro cuerpo se hacía más profundo. No quedó piel de ella que no tocaran mis dedos, mis labios… Ella descubría cada vez más cosas de mí de las que me podía imaginar.
Pero no había palabras. Con la mirada sabíamos qué queríamos el uno del otro, dónde viajar ese día; a que parte de nuestro cuerpo deberíamos ir; las manos, colocadas de maneras estratégicas, nos decían si queríamos más o necesitábamos descansar.
Pero no había palabras; Un "hasta el martes"… apenas un "bésame"… "sigue por ahí"… "más…más".
Cada vez más pienso que a nuestra relación le falta comunicación.

viernes, 22 de agosto de 2008

Papel en blanco


(Wassily Kandinsky. Composición VII)

Papel en blanco con cosas que decir
con sueños tenidos y soñados
con realidades soñadas,
y realidades sufridas.
Con una vida que contar a los
que me quieran escuchar
y una vida que callar a los
que quieren saber todo de mí.
Papel que me mira y que pregunta
Por dónde quieres empezar.
Todo empieza igual, respondo;
Pongo una palabra tras otra y van
diseñando frases con sentido que
van llenando el blanco con el negro
de la tinta, del cursor, del lápiz.
Y que van contando cosas de mi,
aunque no sea lo que quiera contar.
Borro, tacho.. esa palabra no me
Puede acompañar, esta sí.
Hoy vienen palabras de amor a mis dedos.
Y también de ánimo.
Vienen de tristeza y de futuro.
Me vienen con raras formas que,
al unirse combinan con precipitación
y dicen lo que no quiero, o no sé decir.
Papel en blanco con cosas que decir.
Y cosas que callar.

jueves, 21 de agosto de 2008

Tristeza




Las imágenes me llenan de pena y de dolor.
Los accidentes existen, y a veces los ves muy lejos.
Otras, notas que el dolor ha pasado muy cerca.
Noto el silencio en las miradas, en mi mirada.
Hay días en Madrid que se percibe la tristeza.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Te brillaban los ojos



("La chiquita piconera" Julio Romero de Torres)

Te brillaban los ojos ayer.
Como no te brillaban desde hacia tiempo
tenías esa sonrisa en la cara de quien se
sabe que su vida vuelve a ser suya
y sus sensaciones controladas por ella.
Ayer te brillaban los ojos.
Noté la felicidad de quien no teme
intentar serlo a pesar de lo que los
que estén a su alrededor crean.
Ayer los ojos te brillaban.
Y al recordarlo no puedo
evitar sonreír y pensar que
verte a ti con esa sonrisa
y con ese brillo en los ojos
me ayuda a recordar que
Te quiero así de feliz.

lunes, 18 de agosto de 2008

El Lado oscuro de la luna





La luz que iluminaba la noche era la que venía de esa enorme luna llena que semejaba una ventana en el cielo.
Una luna enorme; tan cercana, tan accesible,
Creo que no me gustaría visitar la luna. Me gusta verla desde abajo. En ocasiones me olvido de ella, y pienso que podría sobrevivir sin ella. Pero cuando la veo tan grande, tan hermosa, no me puedo imaginar un cielo sin luna. De las estrellas me olvido; solo sé que existen cuando salgo por las noches al campo. Pero la ciudad no me regala su luz. La propia luz de la ciudad me ciega la vista de la luz de la noche.
Eso sí, cuando llega la noche que paso en el campo, me deshago en elogios por el cielo que veo y que no tengo cuando estoy en la ciudad.
¿Por dónde iba?... Ah, por la luz, o por la luna… no sé.
Sé que, cuando me encontré a solas con ese lago, quieto, en medio de Madrid, con el palacio de cristal de fondo, y la luna reflejada en su superficie, pensé que se había abierto otra puerta al cielo.
Sé que es inalcanzable, pero ahí, tan cerca de mí…
Me quité los zapatos, la ropa, apenas con los calzoncillos para entrar en el agua y tocar el reflejo de la luna.
Qué frío en los pies al contacto primero con el agua. Pero mi pensamiento era seguro. Tenía que tocarla.
Me iba acercando con cuidado; los patos apenas podían creer lo que veían. Eso que veían en lo alto de la barandilla todas las noches, ahora estaba en su agua y en su luna…
Estaba apenas a dos metros cuando las nubes, oscuras y amargadas, se llevaron el reflejo.
Miré hacía arriba. Las nubes enormes que cubrían seguramente todo el cielo, me dejaron ciego.
Les grité: “¡¡¡Es mí luna, es mi reflejo, lo quiero para mi!!!
Sólo el grito de un guarda del parque, que debió presenciar la escena desde el principio, me contestó:
“No hubo suerte; pero verás que la luna no es ni el reflejo de lo que es. Lo sé; yo la toqué. Aunque tienes que seguir intentándolo si quieres comprobar que, a pesar de todo, merece la pena”.

sábado, 16 de agosto de 2008

Mi vida sin mi. Beso (Isabel Coixet)




Ayer soñaba que, si no me besabas, si al despertar del sueño, no me habías besado, y no estabas en la cama cubriendo el espacio vacío de esa cama tan grande, gritaría.
Al despertar, mi grito autocensurado se volvió en lágrimas al saber que, a veces, confundo el sueño y la realidad.

jueves, 14 de agosto de 2008

Sueño, ¿Hoy puede ser un gran día?



Francisco de Goya (Viejos)

He decidido desempolvar un viejo escrito. Quizá necesitaba cambiar, de sueños. Quizá necesito que las cosas se vean con otro color... o no

Serían, más o menos, las dos de la madrugada. El día había sido para olvidar. Pero no podía. Seguro que había alguna manera de borrar ciertos días. No era posible que lo que había pasado ese día, desde el principio de la mañana, fuera conmigo ya para siempre. No era posible que todo lo que pasó ese aciago 8 de mayo, me acompañara como una losa, como un estigma en mi mente, que me agarrota y no me deja mover.
Y, como siempre, al principio, aunque sin ningún acontecimiento previo que pudiera hacerme considerar que lo mejor que podía hacer era quedarme muy quieto esa mañana, me levanté pensando: ¡¡¡ Qué bien, lunes... ya me queda menos para el fin de semana que viene!!! Pienso siempre tan positivo por las mañanas, porque creo que ya tendré tiempo para disfrutar de mis pensamientos negativos el resto de la semana.
No sé qué fue, pero visto con la visión clara que se tiene al final de la jornada, creo que el despertador sonó más fuerte de lo habitual... sí. Sonó como sólo él sabe hacerlo cuando me quiere hacer la puñeta. Sé que, de alguna manera todo estaba destinado a pasar. El destino, en el que nunca confío me estaba diciendo: “te vas a enterar si existo; vaya si te vas a enterar”. Y sí, me enteré...
Por supuesto, ese día tampoco funcionaba la caldera; el agua caliente se negaba a aparecer triunfal sobre el frío del baño, y esperaba agazapado detrás de la tubería, esperando a que me fuera para salir y reírse, gota tras gota de mí.
Salí a la calle con cierto retraso (todos los calcetines que tenía se habían confabulado para hacer una ensalada, y estaban llenos de tomates) y me dirigí a la carrera a la boca del metro de mi barrio (barrio humilde, pero con clase; vivía con piscina, cancha de tenis, y garaje propio; lo único que estaba a dos horas de viaje del trabajo; pero si algo quieres...)
La muchedumbre nos agolpábamos en el metro, como si estuviéramos enamorados los unos con los otros; no me había juntado así a mi expareja tanto desde que decidimos, por una vez, y sin que sirviera de precedente, y porque era muy religiosa, aparearnos después de la boda, para que el matrimonio fuera real y válido. Después de aquello, y vista la repugnancia del acto en sí (otra experiencia Inolvidable), intentábamos solo tener contacto intelectual. Que tampoco era mucho...Nunca estábamos de acuerdo si era Filemón el de los dos pelos, o el calvo con pinta de enterrador.
Por fin,… después de tener la sensación que aquel hombre con bigote me estaba sacando la lengua en tono lascivo durante tres cuartos de hora... (Fue una decepción, en el fondo, averiguar que no me miraba a mí, ni siquiera esa lengua atrevida me seducía…) para descubrir que había muerto aplastado, y que su mirada era de moribundo. Después de eso, decía, fui expulsado del vagón del metro una parada antes de la estación que me correspondía por que en la parada anterior entraban desde el centro de la estación, y la presión era tan fuerte que no era posible mantenerse dentro. Salí despedido con violencia, como las cáscaras de las pipas cuando, ya mojadas por la saliva, se aferran a los labios y tienes que escupir con rabia… así salí yo… mojado por el sudor, me quedé pegado a un póster de publicidad de compresas ausonia…(compresas; podría ser un póster de lencería).
Aún siendo como era el día… tampoco pensaba que fuera peor que otros días… si no fuera por que lo veo ahora con perspectiva, podía incluso pensar que el día se presentaba todavía bien… (ese día todavía no me habían robado la cartera…).

Empezó a sonar en mi cabeza persistentemente el silbato de un árbitro que pasaba a mi lado. El pitido era cada vez más ensordecedor… Abrí los ojos.
Eran las siete de la mañana; 8 de mayo… “Creo que hoy no voy a salir de la cama. La vida, hoy, me da miedo”… cerré los ojos y soñé que tendría que cambiar de sueño…

martes, 12 de agosto de 2008

Sueño en el tren


(Estación de Normandía, Monet)

El tren me mecía en su suave traqueteo. El destino, mi trabajo. Eran, no sé, las siete de la mañana quizá, y me dejaba vencer por la fuerza del cansancio y de ese movimiento constante que el tren lleva siempre. Mientras que estaba en el acurrucado espacio que me permitía el vagón semivacío de una mañana de agosto, me preguntaba porqué estaba despierto cuando lo que necesitaba era dormir, y dormía, sin poder evitar lo contrario, cuando mi mente tenía que reaccionar y espabilarse.
Con los ojos semiabiertos, con el libro de Kundera entre las manos, a punto de caerse de mis manos, el tren paró en la estación que se encontraba a medio camino entre mi casa y el trabajo.
Apenas salió nadie, porque no había nadie que pudiera salir… el señor mayor de la esquina derecha, que dormía como yo; las dos mujeres que compartían conversación de camino al trabajo, y yo.
Entró una pareja; quizá venían o iban de vacaciones. Llevaban dos maletas con ruedas, de esas de las que nunca recuerdo como se llaman. ehhh … trolley, eso; dos trolley de los que tienen el tamaño perfecto para poder subirlo al avión sin facturar.
Entraron en silencio y se sentaron en dos asientos laterales, que me permitía verlos claramente, aunque él me enseñaba la espalda. Él tenía un aspecto parecido al mío, o eso creo. Ella; ella era más alta, o eso me pareció al entrar. Ojos pequeños, manos grandes.
Miraban al frente. Y no se dijeron nada mientras llegábamos a la siguiente estación.
Yo volvía a encontrarme somnoliento y cerrando los ojos sin poder evitarlo.
Él le dijo: “No entiendo porqué me quieres”. “No te quiero. Nos acompañamos en este tramo de la vida… nos llevamos bien; nos divertimos en los juegos de cama. No necesito más” le contestó, lentamente, la chica.
Notaba como él le miraba fijamente a ella, mientras ella seguía mirando al frente casi con la mirada distraída.
“¿Qué no me quieres? Y, entonces, ¿Porqué vamos a este viaje juntos? Creía que había algo más entre nosotros… No me lo puedo creer…”
Escuchaba la conversación sin abrir los ojos; no podía mantenerlos abiertos, aunque mis oídos agudizaban su capacidad de escucha.
“No puedo quererte… no sé porqué. La amistad nos unió, nos mantiene cerca, nos ha hecho amantes, pero no puedo sentir lo que me pides que sienta por ti. No te quiero…quizá nunca te he querido”.
El revisor me zarandeó: “Esta es la última parada, señor; tiene usted que bajarse”.
Abrí los ojos asustados y llorosos… Allí no estaba esa pareja, aunque no necesitaba verlos para saber que no estuvieron sentados nunca en mi vagón.

lunes, 11 de agosto de 2008

Sueño con la tristeza



No entiendo porqué me está sucediendo esto... Es mentira, lo sé, y además me lo dijiste. Me iba a suceder antes o después. No se puede vivir sin amor. No se puede volver por alguien, con alguien mintiéndote a ti mismo... Lo sé... Y También sé que seguiré aquí, que aunque me coman mis sentimientos las entrañas y sólo tenga dolor en mi cuerpo, voy a seguir adelante... Puedo sentir como vuelve a degradarse el concepto que tengo de mi...Sobre lo que conseguí que he vuelto a perder. Pero esta vez no voy a salir... esta vez me quedaré dentro, esperando.
Pero no es por eso por lo que te escribo... No quiero que nadie sienta pena por mi... y menos tú. Me avisaste y a pesar de eso estoy en este momento de mi vida... alguna cosa más te he escrito sin idea de enviarte, aunque no falten ganas, por la necesidad de un desahogo interno... o expresar sentimientos o sensaciones.
Sé que miras adelante, y que sólo seré parte de un momento de tu vida, que espero que recuerdes con cariño, al menos, y que ahora tus momentos y tu vida se estará moviendo por quien sabe que lugares, países, o personas que te darán el cariño y el amor que necesitas.
Este escrito es con el único pretexto, excusa, o necesidad, que tengo de decirte que quien todavía me hace sonreir en la noche oscura recordando su mirada eres tú, y eres tú quien me recuerda que el mundo tiene todavía belleza en él; y yo he tenido la suerte de caminar a tu lado...
A veces pienso que no has existido nunca... que fuiste un maravilloso sueño; pero me quedan todavía pequeños recuerdos, pequeñas notas en un cajón guardadas y pienso que sí, que estás en el mundo.
Te echaré de menos mucho tiempo todavía, aunque ese tiempo me ayudará a que la carga sea cada vez un poco menos pesada... o más si cabe.

viernes, 8 de agosto de 2008

Siesta desconocida


(los sueños de la razón producen monstruos. Francisco de Goya)

La tarde es calurosa en Madrid... El verano en Madrid siempre parece más caluroso que en el resto de las ciudades. Quizá se deba al calor que sale del asfalto; quizá saber que todo el mundo está fuera, menos yo...
La mente intenta distraerse con lectura del último libro pendiente, pero mi cabeza se ladea dejando caer los ojos en un sueño placentero y caluroso... Calor, siesta... me vienen las palabras de lo leido esta mañana en un blog... de siestas previstas de seducción y vino... me dejo llevar; supongo que esa desconocida estará en esa casa desconocida, su familia para mi desconocida... No habrá respiro para ella... Diversión, amor... me imagino su cuerpo desconocido, sus ojos; a los ojos siempre les pongo un color, verde, quizá marrones...

No me concentro en dejar que mi cabeza se caiga pesadamente en la almohada. Abro los ojos... ufff.... van a ser unas largas vacaciones en Madrid...

Me apetece llamar a alguien, pero todos están fuera...oir esa voz desconocida de palabras tranquilas... me apetece dejarme seducir... probar sus besos desconocidos... su cuerpo desconocido, dejarme llevar por olores desconocidos....
¿A qué sabrán los besos desconocidos?. ¿Y las palabras nuevas?
Para, para... por dónde iba??? Sí, eso, página 54:

"Mi Amante:

Mi amante lleva grabado,
en el empeine del pie,
el nombre de su adorado.

- Descálzate, amante mía;
deja tus piernas al viento
y echa a nadar tus zapatos
por el agua dulce y fría."

Marinero en Tierra. Rafael Alberti

... Ni la lectura aclara a veces.
Me consumen las ganas de intentar hacer cosas que ni el corazón
ni la cabeza quieren dejar de hacer,
pero mi obstinación en olvidar me provocan darles la contraria.

Duerme, que para soñar, ya escribo.

jueves, 7 de agosto de 2008

Carros de Fuego (Vangelis)



Vangelis ha compuesto la banda sonora de películas que han marcado mi vida. Blade Runner y Carros de Fuego han sido dos de esas películas. Creo que fue él (hay muchos más que han aparecido, y aparecerán en este blog) uno de los primeros que me hizo ver lo importante de una buena banda sonora para una película. Ahora veo películas como 39 escalones de Alfred Hitchock, que carece de música en su primera parte, y que te da la sensación que algo le falta, que necesitas quizá marcar el momento con música como complemento. Como otras tantas cosas en esta vida, no sería igual está película sin la banda sonora tan particular como la de Vangelis.
Y están las Olimpiadas cerca. Creo que necesitaba recordar esta película de esfuerzos, amistad, superación.
Espero que os guste.
Imaging

miércoles, 6 de agosto de 2008

El momento


(Van Gogh)

El café estaba vacío.
Nadie en las calles; apenas un camarero en la barra, que se escondía en la cocina de tanto en tanto.
El silencio, roto cuando el semáforo del final de la calle pasaba al verde y permitía a los diseminados coches pasar cerca, era estremecedor. Ni siquiera lo rompía esa pareja que pasaba con paso acelerado y con movimientos de discusión en el cuerpo.
Me senté en la terraza a ver pasar los momentos que me ofrecía la ciudad. Pocas veces era posible ver con tranquilidad lo que pasaba en la ciudad, y ver los momentos de uno en uno.
Así que, cuando el momento llegó, estaba allí esperándolo, con un café solo, con mucho hielo, y la mirada atenta.

martes, 5 de agosto de 2008

Mi Madrid



(Cuadro de Antonio López)

"Hacia un calor sofocante. Durante todo el día, la tormenta había rondado la ciudad, sin conseguir desatarse, y ahora que ya era de noche el asfalto desprendía un vaho espeso y caliente que se pegaba a la piel como si fuese una pasta. La puerta del local estaba abierta y los ventiladores funcionando a todo gas, pero hacía tanto calor que apenas podía aguantarse. Pensé que era una broma que el bar se llamase El Limbo".
El Cielo de Madrid, Julio Llamazares.

Para los que pasan el agosto en Madrid. Para los que sabemos que sin Madrid, a pesar de todo lo desastre que puede llegar a ser, no podemos dejar de pensar que es nuestro hogar. Aunque una playa no le viniera mal, la verdad.

Imaging

lunes, 4 de agosto de 2008

Más besos




BESOS

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenaron sé de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñe a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral


Poema que me han regalado, y que quiero dejar en mi blog, para disfrute de los que paseis por aquí. Ahora esté poema me recordará a quien me lo dedicó, y tendrá sabor a quien no pudo evitar enviármelo.
Gracias A.
Que lo disfruteis.
Imaging