martes, 21 de marzo de 2017

Canciones que huelen




Te pasa.
Seguro. Como me pasa a mí.
A veces es el aroma, o el olor al entrar en un lugar, o mientras das un paseo. Lo hueles, y no puedes evitar parar; y mientras hueles, cierras los ojos como si ese gesto te ayudara a cerrar el resto de los sentidos y te concentras rebuscando ese recuerdo. No uno cualquiera. El que te lleva al lugar exacto dónde la imagen, la sensación se une con el olor.
A veces es agradable, o te produce un efecto sedante. Otras, un escalofrío que no puedes evitar y que hace presente esa persona que ya no está, o ese sabor que nunca volverás a paladear y que va unido al olor. No pongo ejemplos. Lo sabes. Te pasa seguro.
El olor es el que me lleva a los recuerdos, a las imágenes más antiguas.
Pero llevo un tiempo en el que la música es la que más veces me produce estas sensaciones.
Una puerta de un bar se abre en el instante en el que pasas por delante y solo unas notas, apenas nada, te llega a los oidos que, por una vez, no van unidos al teléfono por un cable. Y la escuchas.
Esa maldita canción que hace tiempo que eludes. Porque quieres que pase a formar parte de tu historia. Tampoco quieres olvidarla; solo piensas que si durante un tiempo no la escuchas, pasará a ser el sonido de una imagen de tu vida que ya recordarás con nostalgía pero con una sonrisa.
De adolescente tenía una canción compartida con mi primera novia. Esa canción, que parece que compartimos muchas parejas, me acompañaba como las llaves de casa; y cuando aparecía, al unísono, como un resorte, nos producía el efecto inmediato de una mirada y de un beso. Daba igual dónde estuvieramos.
Pasó a acompañarnos demasiado tiempo. Por suerte ya no se escucha tanto pero sí que los sentimientos se transformaron... pasaron del dolor a la nostalgía... incluso a la curiosidad. Ahora, cuando la escucho, vuelvo a disfrutarla... pero la imagen de mi exnovia vuelve. Siempre vuelve.

Hoy volvió a sonar otra de estas canciones. Ha pasado ya el tiempo. Pero no me la esperaba. Escuchando música de radio en los cascos de la oficina. No han avisado. No han nombrado la canción. Solo los primeros segundos y ahí estaba. Todo visto como si estuviera delante. Hasta el video que acompañaba se me hace presente. Cierro los ojos y veo toda la escena. 
Una vez que la canción está en mi cabeza intento procesar lo que me produce.
Ha cambiado. Ya no es dolor. Este ya no está presente como protagonista; quizá pena. Nostalgía. No, nostalgía tampoco.
Me impresiona cómo todavía una canción, una concreta, produce esta cantidad de sensaciones.
Y pienso si, al pasar esta reflexion en palabras, la próxima vez que suene quizá sea más débil ese escalofrío. 
A veces necesitaría nuevas canciones. Quizá las tenga ya; y lo único que necesito es volver a escucharlas.

Hoy no acompaño el texto con un cuadro... Hoy una canción... para recordar...


 


Nieve


Illarion Mikhailovich Prianishnikov 1840-1894 , The Hunt oil on canvas

(Pensamientos al hilo de nada)
Nieve, es lo que se escucha como un rumor por los wasap.
Nieva, como si no se hubiera visto caer nunca.
Dicen que cae nieve en Madrid.
Madrid y la nieve siempre parece una combinación difícil.
Los osos en Madrid no hibernan.
Las calles de Madrid no duermen.
Los osos se vuelven más peligrosos.






viernes, 20 de enero de 2017

Paseo por la playa


La Playa de Pourville, Claude Monet

(Escrito en una madrugada de junio de 2011 y descubierto en un ataque de limpieza de correos)

Las piernas enterradas...
Me dejó la marea de su cuerpo en la orilla. Abandonado a mi suerte.
No sé que ola fue. Sé que hubo una. 
Hasta ese momento me mecia entre sus brazos.
Quizá decidió que llevaba demasiado tiempo a la deriva, y me dejó encallado en la arena.
Me quedé mirando al vacío, a su azul oscuro, casi gris.
Atónito como todos los que no saben cual es la razón de su desgracia.
Las preguntas las lanzaba a cada ola que se aproximaba a mi, mansa, pero en silencio.
Se llevaban las dudas, pero me devolvían la nada.
Quizá era lo mejor.
Seguir vivo era lo menos malo que me podría pasar.
Aunque vivir sin amor, era empezar a morir en silencio. 
Quedarte apenas con la vida es poco cuando se ha sentido con intensidad, casi con dolor.
Mentira es la convicción que mejor haber amado que no haberlo hecho nunca.
Con la ignorancia entre manos no parecía tan malo quedarme sin el dolor del desamor.
Ahora, ya roto el himen, rota la inocencia de mi ser, clavado el cuchillo en el lugar donde se desvanecen los sueños, la realidad se hace cargo de mi vida.
Miro al fondo, con el sonido del mar y de sus besos olvidados.
Me doy la vuelta. 
Lo que me espera, una escarpada subida hasta la meseta que, yerma, esta lista para recoger el despojo que ahora es mi ser.
¡Qué bien que amé!
Qué bien que si muero, será de amor; de ese amor que nos lleva a recorrernos el mundo sin saber si se instalará de una manera definitiva a mi lado.