lunes, 19 de noviembre de 2007

La Memoria


"Todo se hunde en la niebla del olvido
pero cuando la niebla se despeja
el olvido está lleno de memoria"

Benedetti.


La memoria tiene la virtud de mantenerse en la calma más absoluta, hasta que algún acontecimiento, alguna canción, algún pequeño detalle, la remueve de su letargo, y con un aviso que recorre el cuerpo con un escalofrío, nos informa que está ahí, y que quiere que sepas que la vida continua con el lastre necesario del pasado.






miércoles, 30 de mayo de 2007

Ojos Pardos




“Hay quienes imaginan el olvido
como un depósito desierto
una
cosecha de la nada y sin embargo
el olvido está lleno de memoria

(Mario Bennedetti)


Espero impaciente la llegada del autobús. Me desespera saber que nunca coincidimos. El tiempo de ese autobús al que siempre espero, está en paralelo a mis tiempos… vivimos en momentos paralelos, y soy yo siempre el que tiene que esperar, hasta que le venga en gana acercarse a mí, a que yo me suba, y a circular por Madrid durante un tiempo juntos.

Vamos camino a la Plaza Mayor… cruzamos eso que antes se llamaba M-30 y subimos por la calle Toledo , rodeando la Puerta que le da nombre a la calle, hasta que el autobús decide que hasta aquí… que este punto es de no retorno y que me tengo que bajar… Todos los que compartimos el mismo trayecto nos damos cuenta de ello, y sin mirarnos, nos acercamos a las puertas de salida y bajamos todos juntos, con la educación justa para no empujarnos. Guiándonos por la cercanía de los piernas, que es lo único que miramos mientras salimos del autobús.
Me paro… miró a un lado, a otro, como decidiendo qué camino llevaré, cuando sé claramente cual es, y dónde me dirijo…

Hace frío. Es un febrero muy frío; aunque supongo que es normal que así sea. Madrid siempre es frío en febrero. Pero hoy es un día especial. Las nubes que cubren el cielo son muy oscuras; un gris que recuerda el negro de la madrugada. Y empiezan a caer copos de nieve… Vaya. Es especial este febrero. Podría ser Madrid como Nueva York en invierno… mucha nieve, y que los ruidos amortiguados por la nevada llevaran a convertir a Madrid en una ciudad silenciosa al menos por unos instantes…

Por fin giró a la derecha; tengo que andar deprisa si quiero llegar pronto a un sitio dónde nadie me espera…Es curioso saber que tengo que darme prisa para llegar para intentar disfrutar lo antes posible de unos momentos de calma y tranquilidad. Corro para tener más tiempo para la calma. Cruzo la Plaza Mayor, con las sillas y mesas de los bares en las esquinas de la Plaza pero sin nadie sentado en ellas; hasta los dibujantes de caricaturas han decidido darse su día libre ante el frío de la mañana.

No pensaba cogerme el día, pero al ver como caía la nieve, no pensé en nada salvo en ir allí.

La puerta del Sol… La carrera de San Jerónimo; paré; un café americano, por favor, le dije al camarero de nacionalidad no definida, que me dejó la factura del café junto a este, para que no se me olvidara que para tomar café allí, era necesario pagar la cuota correspondiente. Lo tomé rápido, pague el precio exacto y salí con el mismo paso decidido con el que comencé mi recorrido.

Sabía que no se produciría ningún milagro, pero era algo que quería hacer desde hace más de dos años. Pero la nieve no llegaba. Llevaba dos años alejada de Madrid, y solo tímidamente se acercaba a la sierra.

Crucé el Paseo de Recoletos. Los coches sí que habían decidido seguir el camino de siempre. Y siempre pasar en cualquier parte de la calle, sin tener en cuenta los pasos de cebra y los semáforos… serpenteábamos los pocos que nos habíamos decidido a andar por esas calles… Termómetro…menos dos grados. Era una temperatura genial. Si no fuera por qué siempre se me olvidan los guantes… Bueno, tampoco sé dónde están.

Subo por la Cuesta de Moyano; sólo un par de puestos abiertos; no importa; siguen oliendo a libros con polvo… Es uno de esos lugares que alguien de Madrid lo considera como suyo. Aunque nunca vas, porque tienes la librería cercana a tu casa, y la utilizas, y le pides el libro, y te lo trae. A pesar de eso, pasear con calma por la cuesta de Moyano descubriendo libros, títulos, o autores. Es el olor que tienes en tu memoria.

Pero hoy toca seguir andando. Mi destino está nada más cruzar Alfonso XII. La verja y por fin el Retiro. Aquí parece que ha nevado más; bueno, en realidad el no paso de coches, el que apenas hubiera personas paseando por el Retiro; el no pisar el verde, ha mantenido una fina capa de nieve en el parque.

Por fin el parque Inglés. Y mi árbol favorito. Ahora le han puesto una verja para que nadie ponga un corazón en su antigua corteza; dicen que es el más antiguo de Madrid; bueno, el caso es que me encanta su sombra en verano; y su porte cuando lo miro.

Ya no tengo prisa. Mi objetivo está cerca. En realidad ya lo he cumplido. Un paseo por mi Retiro, nevado, en una imagen irreal por lo extraña pero que ahora piso y miro con expectación. Pero pasado mi primer impulso, empiezo a buscar. Sin dejar mi paseo. Ufff…. Cada vez siento más frío en las manos; me acerco al lago; por aquí pasean algunos que, como yo, no tenemos prisa. Todos tapados hasta las orejas. Intento mirar a todos, intentar descubrir sus intenciones ese día…. Quizá están solo de paso; igual han venido a disfrutar de un Retiro distinto.

Después de tres cuartos de hora salgo con paso lento por una de las puertas que sale a la calle Ibiza. No pienso nada en realidad; no puedo salir decepcionado; decepcionado estaría si alguien me hubiese prometido algo, pero no ha sido así. He cumplido un pequeño deseo; deseaba ese paseo desde hace mucho. Entro en un bar, otro, un café ameri… no, un café con hielo… con sacarina y mucho hielo: ¿Un café con hielo con el tiempo que hace?;Usted verá. Sí, un café con hielo; y póngame otro igual; me trajo el café, le mezclé la sacarina y lo puse en hielo. Mientras lo bebía cerré los ojos. Me imaginé ese paseo que acababa de dar, y esos pequeños ojos pardos que me miraban, que solo ellos hablaban con una voz clara; Y aquellas manos grandes con dedos largos que me daban calor en mis manos sin guantes…

Abrí de nuevo los ojos… estaba yo solo con esos dos cafés.

Quizá nunca llegaré a ver el Retiro nevado, pero nunca olvidaré esos pequeños ojos pardos…

miércoles, 9 de mayo de 2007

Añoranza

Añoranza…. Añoranza al volver a un lugar; quizá al ver una fotografía que siempre te ha parecido que es de color sepia; o esa sensación que se parece mucho a lo que hace tiempo te hizo estremecer. Quizá la añoranza se produce al tener la certeza de no volver a encontrar lo que una vez se tuvo. Pero forma parte inseparable de pensar… Siempre se piensa teniendo en cuenta los acontecimientos pasados; los lugares, no tanto por su belleza objetiva, como por lo que ha sentido al estar allí.

Añoro lo que una vez pude sentir y ahora no siento. A la idea preclara de que nunca volverá el estremecimiento de mi cuerpo al estar en ese lugar del que nunca me habría querido ir. Un lugar al que, no obstante, no se le otorga tanto valor, como cuando no estás allí... Y de repente es demasiado tarde.

Quizá, al fin, uno añora el tiempo vivido, los acontecimientos que han pasado por ti, y que nos han transformado y nos convierten en los seres nostálgicos que ahora podemos ser. Pero los añoramos porque han sucedido, porque los hemos vivido y porque sabemos que no volverán. No puedo dejar de pensar en el sonido del mar que, de forma rítmica, me avisa de su cercanía en un acantilado, un día de mayo de hace unos años; en unos ojos pardos que me miraron con calor y comprensión…

Aunque sentir añoranza por las cosas, por las personas, por los momentos, por los lugares dónde me encontré bien, me hace comprender que todo por cuanto siento nostalgia, mereció la pena. Se quedó en mi mente; vuelven de vez en cuando pensamientos de lo perdido, pero, además de tristeza, debería saber que es algo único e increíble que yo sólo puedo tener. Y que me ha convertido en lo que soy, en lo que estoy siendo. Cada momento que pasa me transforma, pero es el recuerdo de lo que ha sido importante en mi vida lo que, de verdad se añora, y es lo que guardo en mi mente, y en mi corazón. No sé si existe mejor lugar que el interior de uno mismo… Aunque quizá también sea el peor.