jueves, 15 de diciembre de 2011

Mentira

(Imagen de la costa de Gerona en marzo de 2011)
En el momento de verla, supe que estaba delante de la persona que me cambiaría la vida. Me mentí diciéndome que no había nada como la quietud, la calma, la vida sin aristas.
Y desde ese mismo momento, mi mentira iba creciendo. Cerré los ojos y solo veía vacío.
Nunca es tarde para darse cuenta que la mentira de mi vida era mentirme. No hay nada como un buen oleaje para sentir que las piernas te tiemblan, que el corazón bombea por encima de sus posibilidades, y que, todavía, ahora, soy capaz de sonreir. 




(Arcade Fire/ Rebellion -lies-)




miércoles, 23 de noviembre de 2011

Urgencia

Camile Corot (soledad)

"¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? Esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba..."
Jaime Sabines

lunes, 12 de septiembre de 2011

Nuevo septiembre

                                 (Francis Bacon)

Año nuevo; septiembre. Buenos deseos y sanas intenciones.
Cambio de tiempo.
Sensaciones de cambio.
Necesidad de cambio.
En septiembre hay separaciones de amores veraniegos y de amores de toda la vida. Queremos empezar de nuevo y las vacaciones o el año nuevo nos llenan de valentía. Eres la orgullosa persona que quiere ser otra.
Pasados los meses, todo parece estar igual... quizá peor.
El paso de los días, nuestra valentía se amolda a la impertinencia de la constumbre y a pensar que el cambio será para el siguiente año, para el siguiente septiembre.
Yo he cambiado. De casa, de barrio. Tengo a mi lado a quien quiero. No a otra persona. A la que lleno mis sueños.
Para empezar septiembre no está mal.
Hace dos años cambié mi tranquila vida de hombre sin amor por la aventura de saber si el amor lo podía volver a recuperar.
Y así fue.
La vida no es fácil. Mantiene su orgullosa actitud de prepotente destino, al que no es fácil cambiar.
Me tropiezo. Más de lo que me he tropezado nunca. A veces sabes que no eres feliz. Que las situaciones duelen y que no tienes el respaldo y la seguridad de una vida pasada llena de mentiras, pero quieta y sin vaivenes.
A veces soy feliz. Y sé que esa felicidad es consecuencia de mi valentía. o de dejar de ser cobarde, que quizá no es lo mismo, aunque el fin coincida.
Lo único que me desestabiliza es la falta de amor. Y la automentira.
Hace tiempo que no tengo la sensación de que el suelo por el que piso es firme y seguro. A veces cansa. Piensas si no sería mejor no ser yo, pero estar y dormir por las noches, con la seguridad que la mañana siguiente tendrás la vida que sabes que te espera.
Duermo con sueños extraños que navegan entre la duda y el miedo. Entre la desconfianza y el desamor.
Antes soñaba con amar, desear; con vivir lo que no tenía.
Mi septiembre fue en mayo. Mi vida cambió para siempre, y con ella, la de las personas más cercanas. No me arrepiento. Ahora me conozco más. No quiero decir que me guste más. No. Quizá, quien sabe, el cambio no tiene que ser para ser más feliz, encontrar el amor, o sentirme más vivo.
Quizá mi septiembre me ha servido para darme cuenta de cómo soy en realidad.
Pero para cambiar lo que no me gusta, creo que lo voy a dejar para el próximo año.

Sí... Voy a cambiar, sí...



lunes, 18 de julio de 2011

Mis oscuros pensamientos I



(tristeza. Francisco de Goya)
(Reflexiones de julio de 2011 que he recuperado en mayo de 2014, pero que he preferido publicarla en la fecha en la que fueron escritas)

¿Qué puedo decir?
¿Qué puedo hacer?
Estoy roto. Mi sueño es la realidad de los ilusos.
Me convierto en un ser inútil.
Inútil porque nada de lo que yo pueda hacer o decir va a cambiar nada.
He vivido una mentira por intentar vivir una verdad, y ahora me encuentro
en el lado del mentido.
Una vez fui el mentiroso.
El que sueña que igual puede hacer algo por cambiar las cosas, cuando
la verdad va al margen de él.
Resulta que ahora me tengo que convencer que esto es bueno. Que las cosas
así me convienen porque sino estaré solo. 
Solo sin la persona que amo.
No sé si me sirve "estoy todo el tiempo contigo"
No es necesario estar lejos de uno para sentirse engañado.
Mi propia manera de sobrevivir sirve para que se alimente de ello
y lo use en mi contra.
No sé qué hacer con la vida que ahora me toca...
Estoy roto.
La confianza, debilitada en muchos momentos, se ha hecho añicos.
¿Puedo decir ya algo que me ayude a recuperarla?

jueves, 5 de mayo de 2011

Deseo

(G. Klimt)

Cocinar los dos, en silencio, jugueteando con el roce de nuestros cuerpos en la estrecha cocina.
Mirar de manera furtiva tu entrada, siempre tan sensual, de tu cuerpo desnudo en la ducha.
Ver, a través de las mamparas, como se intuye tu perfil.
El fugaz destape de tu hombro con tu vestido favorito.
La mirada fugaz a tu sonrisa.
El sonido de tu respiración acompasada en el silencio de la cama.
El paseo de tus dedos en mi espalda dormida.
El tono de tu voz en la madrugada.
Ese andar que sabe que tiene mis ojos en tus caderas.

viernes, 8 de abril de 2011

Acto fallido (la definición)


Definición Acto fallido:
(Wikipedia)
"Acto que manifiesta una forma de expresión diferente y aún contraria a la intención original del sujeto. Puede ser en la acción, en el discurso verbal, o en un gesto.
El término acto fallido fue introducido por Sigmund Freud ya en los inicios de sus conceptualizaciones teóricas del Psicoanálisis.
Según lo que Freud estudió era que de alguna manera ese decir o hacer entraba en conflicto o interferencía con algún deseo o cadena de pensamientos inconscientes.
Solo quedaba expuesto el fallo, el porqué era una tarea ardua y no siempre asequible a la conciencia.

Modelos de Actos Fallidos:
  • Lapsus de la lengua, o verbales (lapsus linguae).
  • Errores de escritura de la pluma o gráficos (lapsus calami)
Ejemplos:
  • Las "meteduras de pata", como se suelen llamar: donde uno dice algo a otro que si lo hubiese pensado probablemente no lo habría dicho.
  • Errores de lectura: es decir, se lee algo mal.
  • Olvidos: como el de un paraguas o alguna otra pertenencia en algún lugar, (otra casa, en el trabajo, etc.)
  • Extravíos: implica no recordar dónde guardamos algo, ya sea nuestro o de otro. Perder las llaves puede significar que no se quiere regresar al hogar.
Es importante destacar que estos lapsus, que Freud enmarcó en lo que él llamó psicopatología de la vida cotidiana, se producen con frecuencia en la vida corriente de todas las personas, incluyendo las que tienen salud psíquica, y también que no son producto de la casualidad o el descuido, sino que están movidos por un deseo inconsciente que no encontraría otra forma de aflorar a la conciencia que burlando de esta manera la censura interna que mantiene lo inconsciente oculto.
El acto fallido, en síntesis, es una especie de traición que nos hace el inconsciente haciéndonos decir lo que conscientemente no queríamos decir, es decir, revelando un deseo o intención inconscientes. El yo siempre puede disculparse, tras un acto fallido, diciendo que no era eso lo que quería decir, pero siempre hay alguna verdad allí."

sábado, 26 de marzo de 2011

Divagaciones por falta de sueño III

La persistencia de la memoria (Salvador Dalí)


Los pensamientos de la mente mantienen el resto del cuerpo despierto. A veces se distrae y permite a los ojos cerrarse, intentando llevarse consigo al resto de los miembros que me forman como animal. Pero es sólo un instante... con rapidez increible vuelve a mandar imágenes y pensamientos que obligan a los ojos a abrirse y al resto del cuerpo a estremecerse.
A veces se adormece con drogas, medicadas o bebidas, y deja que la parte más animal de mi ser salga a la luz y aparezca por ráfagas.
En esos momentos me reconozco. Sé que tras la mente atormentada de sueños imposibles y de carreras interrumpidas, está la persona que debiera despertarse tras un sueño reparador.

jueves, 24 de febrero de 2011

Veintitrés

(foto de El País. Manifestación Miguel A. Blanco)(conseguida con la ayuda inestimable de Alamut)


El mundo se mueve al margen de mi existencia.
Es un claro axioma que cada vez tengo más presente.
Los treinta años de un acontecimiento histórico me traen a la memoria lo que ese día hacía. Lo que comentaban los vecinos mientras llenaban el coche con maletas y niños dirección a un pueblo desconocido de la sierra. Un acontecimiento que todos los que teníamos algo de conocimiento de lo que esos años suponían de revolución para nuestras vidas, tenemos todavía presente.
Y todos sentíamos que estábamos haciendo historia. Yo me siento partícipe de ese momento. Escuchando la radio, viendo la tele ciega y muda. Noche en vela que todos vivimos con conciencia de algo que nos marcaba para siempre.
Después llegaron las manifestaciones. Millones de personas en la calle reclamando lo que todavía sentíamos como precario aunque ya nuestro. Años después, en las manifestaciones con las manos blancas; los silencios increibles desde cibeles hasta colón... y más.
Ahora veo los acontecimientos en la televisión. No digo ya los movimientos en los paises árabes, no. Los cercanos. La vida política, las noticias de un país que se encuentra acobardado por la ineptitud y la cobardía de los que nos representan, y mantiene baja la cabeza frente a los atropellos de los derechos básicos de la Constitución y de la dignidad misma de las personas que quieren simplemente vivir.
Desde el dia 23 de febrero, desde ese 23 del año 1981, siempre tengo la sensación de que algo va a pasar, al margen de lo que yo quiera. Un 23 se produjo la expropiación de un consorcio, el de la abeja. El 23 una operación rutinaria de un miembro de la familia, nos introdujo el significado del cáncer en nuestra familia. Un acontecimiento que sacó la tragedia de un futuro con fecha de caducidad.
Un 23 de febrero reciente marcó en mi ruta de vida un cambio en la forma de encarar las cosas. La visión clara de que uno puede estar sólo en la vida y sonreir a pesar de todo. Y mi sensación de que si no había odiado en ese instante, nunca lo volvería a hacer.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Calipso

(vista de Formentera. junio 2009)

El atardecer rojo que ilumina todo el paseo, anuncia que la tarde es ya incertidumbre y brevedad.
La lectura clara que me proporciona el día se salpica de manchas rojas y no deja perseguir las palabras que hasta ese instante leo con avidez.
La noche me empieza a iluminar, aunque no lo suficiente como para pasar página. Hasta este momento, el libro me impedía levantar los ojos de sus letras. Me tiene hipnotizada. Hace tiempo que nada escrito me mantiene en tensión durante tanto tiempo. Menos mal que estoy de vacaciones y le puedo dedicar mi espacio interior.
Vuelvo a casa con la luz temblorosa de las farolas que parecen indicarme el camino a casa. La oscuridad me asalta casi por sorpresa, y no percibo aún la luna como referencia. Recuerdo hace unos años una luna increible reflejada en el mar. Parecía iluminar toda la isla en la que en ese momento vivía.
Intento estar cerca del mar en el tiempo de vacaciones. Un libro, el mar,quizá con un poco de suerte, la luna haciéndome compañía. Es lo que necesito.
Llego a la casa que no es la mía. En estos días en los que me sirve de cueva, tengo que reconocer su silueta cada vez que entro. Ante la duda, enciendo la luz del hall.
Reconozco los muebles que salpican el salón, apago la luz e intento viajar hasta la terraza por el recuerdo instantaneo que se ha quedado en mi mente. A pesar de los tropiezos llego sin dolor de rodillas y abro la ventana al mar. Este rompe con calma pero constante sobre las pequeñas rocas que artificialmente han colocado con el inútil intento de sostener al mar en su silueta. El mar en su calma siempre cambiante me enseña su mejor rostro. El fondo tiene nubes que ayudan a limitar el cielo del agua .
La luz de la luna empieza a inundar de sombras la noche.
Pienso en él. Me quiso retener. Me quiso mantener en una isla,en su isla. Creía que su sola presencia serviría para tenerme allí. Que sus regalos y sus atenciones serían suficientes. No se daba cuenta de que yo era mucho más. Que no había isla, ni océano con el tamaño suficiente como para encerrarme allí.
Intento observar de nuevo alguna arruga en el mar; alguna roca que indicara dónde se encontraba esa isla que hubiera sido mi prisión si no es por la oportuna aparición de un ser del que ya no me acuerdo, pero que me  liberó, y me convirtió de nuevo en un ser sin ataduras.
¿Por qué será que le echo tanto de menos? Quizá no supo entender qué era lo que yo más deseaba. Mi libertad.
Vuelvo al libro... Es la única manera de olvidarme de él; quizá me siga esperando en la playa de la isla, pronunciando mi nombre; quizá muriendo de pena.

jueves, 27 de enero de 2011

Baño

(Texto recuperado y suavizado de un blog que tengo perdido en la inmensidad de los océanos de palabras que se encuentran en internet. Hace poco me vino a la memoria, y aunque menos intenso, me apetecía compartirlo. Así, de paso, cambio mi tono oscuro, y lo paso a colores un poco más vivos)


(S. Dalí- The great Masturbator)

Sabía que estaba en el baño. Recien levantada, con pocas ganas de nada, salvo de volver a la cama a dormir.
Se acostó tarde, muy tarde; yo sentí cómo se levantaba, aunque mis ojos no podían abrirse cuando ella se acostó, con esos pies pies fríos que trae a veces. Llevaba su pijama gordo que no compensaba con su calor el frío de la casa.
Se tapó con el nórdico, y rápidamente se durmió... y yo no recuerdo más hasta la hora de su despertador. Tenía reunión a primera hora y quería ir con tiempo.. por variar me dijo...
Quizá fue eso, quizá que me levanté juguetón; quizá porque sí, porque el baño, con la niebla que el agua caliente produce... no sé... oí el agua recien abierta de la ducha y salté de la cama...
Oía como abría la puerta de la mampara cuando entró y la cerró.
Entré... Ella de espaldas a la puerta, con el ruido del agua sobre la bañera, ni se enteró.
Hola... hola, porqué te levantas tan temprano, preguntó.
Me despertaste y ya no puedo dormir.
Es que... me callé... qué... Es que me apetece ver como te duchas...
Estás tonto, te has levantado con la tontería pue... se calló cuando me vió cómo entraba en la ducha con ella... te enjabonas o te enjabono... no esperaba respuesta. Miró y vió mi predisposición a no dejarla ir...
Sabes que me tengo que ir... claro... cuando quieras....
Cogí la esponja y la empapé de gel.
Me miraba esperando cualquier movimiento para reprocharme que no debía estar ahí.
Le miré a los ojos.. me gusta esa boca semiabierta, le dije; y le besé. Las lenguas se encontrarón con facilidad, mientras mi mano libre le cogía por la cintura para que notara que estaba preparadoa mano ocupada con la esponja empezó a enjabonar su culo, que estaba duro de la excitación; sus manos respondieron a mis besos, acariciandome... mi trasero...
La espuma y el vaho empezaban a aglomerarse entre nosotros; le di la vuelta. Mis manos en su espalda; enjabonaba mientras me movía para avisarla que no iba a escapar. Las manos se acoplaron en sus pechos, para llenarlos de jabón; sus pezones estaban pidiendo algo más que mirarlo, y no podía dejarlos así. me puse de rodillas, poniendole de cara a mi de nuevo.
Saboreo su piel y su sabor intenso, apagado un poco por el agua y el jabón.
Eres un cabrón...
Sí... ¿¿¿Paro...????

Divagaciones por la falta de sueño (II)



Resulta difícil dormir con la música que calla los pensamientos a golpe de poner el volumen al máximo y ajustar los cascos en el oído. Escucho la música ensordecerora mientras cotilleo mis correos en el ordenador.
Mezclo Metallica, con Slash, con Wakeman, para ayudarme a la mejoría de la sordera, a que dentro de unos pocos años, la vista no sea lo único que haya desaparecido de mis sentidos.
Así no escucho el teléfono que tengo justo detrás del ordenador, y que sólo miro de vez en vez.
Parpadea una luz verde... alguien me ha llamado, o me ha dejado un messenger.
A las doce y media de la noche... ufff... tentado estoy de no mirar quien ha sido. Igual es sólo propaganda. Anuncios que me prometen relojes del Madrid, o descuentos increibles y mentirosos.
Sucumbo a la tentación, cómo cuando no podemos evitar abrir cada poco el correo electrónico con la esperanza que alguien muy especial del que desconocemos su nombre, se asome a nuestra vida con forma de sobre.
Un mensaje...
Nada. Dejo el teléfono en el estado de reposo en el que tenía que estar, y vuelvo a mirar el correo de mi ordenador. treintaycuatro mensajes. La mayoría debe de pensar en lo necesitado que debo de estar, porque me mandan correos con XXL de subtítulo. Los selecciono todos y los borro evitando la tentación de ver algo que no tiene nada de atractivo. No quiero; resulta demasiado patético, y más a estas horas... Peripatético me diría alguno, pensando en la semejanza de las palabras con definiciones tan extremas.
Me queda una del banco prometiendome un crédito que no sabe que no puedo aceptar, y tres correos más.
Uno de ella. El asunto está en blanco.
Otro de una antigua amiga. Quiere saber si sigo vivo, si he muerto, y en cualquiera de los dos casos espera respuesta.
El tercero, bueno, el tercero de un amigo que no debió serlo nunca, pero como soy incapaz de dejar de ser amigo de los que se aprovechan de mi, pués le tengo ahí, en facebook, en mi correo; me pide que le lea los mensajes que va a enviar a no sé que chica, y que le haga las veces de corrector en su blog. A cambio tengo su infinita gratitud y el derecho de sentarme con él en alguna mesa de un bar de moda y que me cuente su vida.
Y está el correo de ella.
No sé qué hacer. La lectura de mensajes a las tantas de la mañana, que van a retorcerse en mi intestino delgado, y que tiene todas las papeletas de crear un pensamiento único de angustia a mi alrededor, no me motiva.
lo veo de color oscuro, más oscuro que los correos que le rodean. El maldito sistema me recuerda que tengo alguien a quien no he leído.
Qué más me da. Nadie va a ver que lo estoy leyendo. Nadie sabrá que mis lágrimas tendrán que ver con un correo lleno de espinas.
Apago el ordenador. En realidad, si no leo el correo, si lo borro tal y como me llegó, nunca me dolerá.
Las tantas de la mañana... Subo el volumen de la música. Hoy el requiem va por mi.

lunes, 24 de enero de 2011

Terrores Nocturnos


(Imagen de la película "El tercer hombre")

La sombra alargada de alguien que viene detrás de mi, con ese zapateado que tienen siempre los asesinos en serie; con gabardina, sombrero de ala ancha y que, justo al darme la vuelta para ver la distancia que le llevo, pasa bajo un pequeño pasadizo, que nunca existió en mi ciudad, o yo al menos no recuerdo, y se para, dejándome ver esa silueta que predice el desastre.
Es la primera imagen: empieza mi pesadilla; mi cuerpo se acomoda para recoger el miedo; me contraigo y me achico para tener forma de bola, porque quizá así el miedo pase cerca, pero no me toque.
En un ademán de sacar fuera la imagen, sacudo inconsciente mi subconsciente con un movimiento de cabeza; pero no causa el efecto deseado. Eso sí, cambia la imagen; es mi casa, tan oscura y húmeda como la recuerdo cuando estoy despierto. Los detalles se mantienen, y se remarca la silueta de las estanterias llenas de cosas que sí reconozco, aun estando dormido.
"Hola" digo en mi sueño. Suena real. Me da seguridad para encender la luz, pero la electricidad no tiene hueco en mi sueño; lo intento varias veces pero no da señales de vida. Empiezo a titubear "¿Hola? es la siguiente palabra, ya repetitivo y sin demasiada seguridad en mi siguiente paso.
Sigo adelante sin tener en cuenta todas las señales que recibo. No debería entrar, no. Pero como en las pesadillas soy más osado y más idiota que de constumbre, sigo a tientas, salvo por la luz apenas apreciable que viene de la ventana del baño.
(Se cruza mi consciencia, y pienso la suerte que tengo de vivir en una casa con ventana en el baño)
Al girar a la derecha, hacia el salón, la luz que sale es casi cegadora y veo que está sentada en el sofá, riendo con "Nosferatu". Los pelos de la nuca se me erizan. La segunda imagen que más me ha aterrorizado de siempre ha sido la de del vampiro de Murnau.


(Imagen de la película "Nosferatu")

"pasa, pasa" dice sin mirarme y con la sonrisa en el rostro. Ese es el momento en el que pienso que la pesadilla me va a llevar a alguna salida; o que terminará sacando ella un cuchillo-hoja 34 centímetros tamaño estandar, con filo de Albacete, que le regalé en un aniversario de otra de mis pesadillas.
Pero no.
Se mantiene contenta y feliz mientras ve la película. Yo estoy inmovilizado por el miedo.
¿Te traigo algo de la cocina? le pregunto, por intentar darme una salida airosa al sueño. "No, espera", me dice.
Los segundos son eternos... el despertador de la habitación suena pero yo no puedo acercarme a apagarlo. Sé que es el real, el que me llevará a despertarme para ir a trabajar. Pero estoy paralizado.
La imagen cambia... El tren hace las veces de despertador en una estación abarrotada de gente.
Ella, vestida de negro me mira desde el escalón del tren; de ese tren que siempre está a punto de salir, y que avisa con sus pitidos de su inminente partida; no sin antes dejar a la protagonista de la historia que diga su frase final...
En ese momento me despierto sudoroso de la cama, con el sonido del despertador de fondo y las palabras de ella resonando en mi cabeza mientras el tren se alejaba sin yo poder hacer nada...
"Tenemos que hablar..."

Copenhague



Me cuesta iniciar un relato.
Cuando la oficina está vacía, miro el ordenador que lleva conmigo todo el día, expectante, abro una página virgen y me quedo mirando al infinito hasta poner la primera palabra, quizá la primera frase.
La borro tan rápido como la escribo... Siempre pienso en los críticos que dicen lo importante que es la frase que inicia todo:

"Yo tenía una granja en África."

Siempre recuerdo esta frase cuando mis dedos simulan escribir mientras mi cabeza piensa qué transmitirles.
A veces es una imagen, una foto, un comentario en la radio... esa música que he escuchado en no sé qué lugar; claro, Ana siempre me dice que le plagio. Que me cuenta una idea para su propio blog y que luego voy yo y escribo sobre ese tema... Quien sabe.
Hoy mis divagaciones corrían paralelas a la palabra Copenhague, no como ciudad; más bien como canción.

Es la canción de presentación de ella. Cuando la reconocí era la canción que ella tenía en la cabeza. Era la canción que me regaló, que se incrustó en mi mente y se quedó grabada junto a su nombre para siempre. Era el principio de una lista de cosas que me relacionaban con ella.
La música me llevaba a ella; la ciudad me llevaba a la canción que me llevaba a su nombre. Y así iba creciendo la interrelación entre su imagen, con una serie de seres, músicas, imágenes que siempre relaciono con su nombre.
A veces me la imagino como un collage sin rostro ni nombre. Es Copenhague, es un concierto en Barcelona, es Monasterio de Arlanza, sin solución de continuidad, formando un mosaico de ideas, de palabras que, por partes son su esencia, y en conjunto es su nombre, que a la vez es la representación nominativa de la persona que tiene un rostro que, en al final, junto con su voz, es la realidad de su ser.
No sé cómo iniciar un relato.
Pienso en Copenhague. En viaje, en mar. Recuerdo un amanecer en la costa norte, el frío de la mañana, la luz de un amanecer de brumas rodeándome.
En realidad me estoy engañando... En realidad no pienso en eso, en realidad, siempre estoy pensando en ella.
Quizá mi siguiente relato debería empezar, no sé, quizá:

"Todos mis recuerdos tienen el mismo fin. Todos tienen el nombre de una mujer."

lunes, 10 de enero de 2011

Divagaciones por la falta de sueño




Yo le digo a mi hija que debe decir siempre la verdad.
Que la mentira no le llevará a ninguna parte. Que con la verdad llegará a todas.
Los tópicos asaltan mis labios y me dejo influenciar por las verdades que se dicen en las películas, y que hacen libre a los demás.
¿Tú no mientes nunca, Papá? "Claro que no" le miento sin titubear.
Estoy cansado de vivir pensando en la verdad como bandera, y utilizarla para mentir.
¿Me quieres? Claro que te quiero.... ¿No iba a más de 140 Km. por hora? Jamás ¿Cómo le mentiría yo a Usted?
¿Verdad? La verdad duele... Justificamos las mentiras, la mayoría de las veces, para evitar el dolor ajeno, aunque es más nuestro propio dolor el que tendemos a aliviar.
Mi desarrollo emocional, que yo creía maduro y experimentado, esta equipado con los más sofisticados recursos para sentir algo, y expresarlo de la manera más retorcida posible; o incluso ocultarlos.
Mi voz se silencia mientras martillea en la garganta las palabras que debieran salir y que no salen. Mi mente conoce perfectamente la verdad de mi realidad. Y, sin embargo, cuando pasa del pensamiento semiracional, codificado por las lineas asimétricas de lo irracional, de lo visceral, o calla, o tiende a la mentira. Es incapaz de traducir la realidad de mis sensaciones en palabras que, unidas, cobren sentido, y elaboren una frase completa.
Quizá, por poner una excusa semiintelectual, me dejé influir por la lectura de las proposiciones de Wittgenstein en el Tractatus, sobre todo la última (Yo, es que me leo el final de los libros antes de empezar como quieren los escritores) que dice algo así, como:
"De lo que no se puede hablar, mejor es callarse"
Lo sé, él se refería a otra cosa, o eso creen los filósofos de la época (aunque alguno decía que "Debe ser muy interesante lo que dice, aunque no se le entiende" (he puesto comillas como si fuera literal, y es que lo recuerdo así...)con respecto a su última proposición. Pero yo he "utilizado" a Wittgenstein en mi provecho... lo siento...
Soy incapaz de hablar de mis sentimientos. Y me callo. No sé encauzarlos. Y me callo... O miento. Y expreso felicidad en el contexto en el que debiera incluir un prefijo... Y mi lenguaje no verbal es incapaz de llevarme la contraria. Sonrío. Elevo mi sonrisa por encima de mi ser y soy capaz de sonreir a ese cretino (me encanta esta palabra; qué bien que la puedo utilizar en este contexto) que me trata con desprecio en la tienda donde me he comprado unos zapatos de cien euros. Para que no se sienta mal.
Así las cosas, excepto en el trabajo, que debe ser la parte en la que sale el monstruo de mi interior, soy incapaz de llevarme mal con nadie. Sonrío a todo lo que se mueve, mantengo las formas, intento no decir ninguna palabra que duela, y si la digo me duele. Y no duermo; y tengo pesadillas...
Exagero, seguro... seguro que caigo mal a alguien; seguro que los que me llaman para contarme sus problemas, se han dado cuenta de que me cansan. Pero no puedo evitarlo...
Y, ahora ¿Qué estoy haciendo si no es hablar de mis sentimientos? No es del todo real esta afirmación. Cuento lo que me sucede cuando quiero contar algo de verdad importante. Algo por lo que debiera merecer la pena decir la verdad.
Y el caso es que, de quien debiera hablar es de Wittgenstein... Él (quien cómo Dios)sí dijo cosas realmente interesantes... creo.