miércoles, 17 de diciembre de 2008

Sueños antiguos/ Los Puentes de Madison



"Los viejos sueños eran buenos sueños.
Nunca se realizarón, pero me alegro de haberlos tenido".

Ella se levantó, en dirección a mi mesa, después de pasarse varios minutos mirándome con descaro; mientras andaba con esos andares que dan los tacones altos en las mujeres, no dejaba de mantener la mirada en mis ojos. Yo, ya desde nuestro primer y fallido cruce de miradas, y una vez que me hipnotizó con la suya, no pude dejar de mantener en mi retina esos ojos marrones, pequeños, pero que atravesaban mi mente, y mi deseo. No entendía muy bien porqué esa espectacular mujer venía hacia mí; y porqué me había hipnotizado. En un descuido de mis ojos, bajaron a su pecho, su cuerpo, para descubrir que no era solo la mirada la que podría hechizarme.
Las miradas, todas las miradas, la desnudaban; aunque sólo con la mía, mantenía una enfrentada lucha, de la que, estaba seguro, iba a claudicar. Se paró enfrente de mí, se agachó como para decirme algo….
Siempre sonaba el despertador, el puñetero despertador, para dejarme a medias en el sueño que, regularmente, se repetía. Cuando llegaba con alguna décima de fiebre, y me acostaba con el calor de una taza de leche con cacao bien caliente, siempre, durante algún momento de la noche, generalmente antes de sonar el despertador, aparecía aquella impresionante mujer.
Y nunca me logró decir nada en ese sueño.

Era un habitual de las páginas para conocer mujeres. Era un mundo increíble en el que uno se encontraba con todo tipo de personas, y experiencias cibernéticas. La verdad es que estaba deseando llegar a casa y ponerme a encontrar a la mujer de mi vida a través de ese instrumento, que durante las horas laborales era mi torturador. Yo no entraba a hablar con ellas, sino que esperaba a que mi perfil, sin foto, les atrajera lo suficiente…
No daré detalles de quienes eran, cómo se comportaban, aunque reconozco que me encontré con amigas, confidentes, y seres extraños también.
Pero después de meses sin concretar una cita, decidí que me iba de allí, que estaba cansado de encontrarme solo en casa delante del ordenador, sin nadie a quien mirar a los ojos. Así que ese día, ese sábado, iba a ser el último día de mi chateo. Apareció una invitación a chatear, y acepté. Un año mayor que yo… frases inteligentes en su perfil; conversación agradable… vaya, pensé, igual me quedo algún día más.
Después de varios intentos por parte de los dos, por fin, después de casi dos semanas, encontramos un lugar para nuestro encuentro. Un café, de los de toda la vida, en la glorieta de Bilbao; lleno de mesas de mármol, espejos en las paredes, y sabor antiguo. A las seis y media, pregunté; allí estaré.
A las siete menos veinte entré en el café. Y en el momento de entrar, me di cuenta de que no habíamos quedado en ningún tipo de truco para reconocernos (rosa en el ojal, que no tengo; el libro de este autor que nos gustaba tanto; un clinex en la cabeza…) y mire, sin mirar, para ver, sin ver, dónde podría haberse sentado.
Cómo no vi nada en mi mirada a las mesas del café, decidí sentarme en una esquina, junto a la ventana, por si veía a alguien tan nervioso como yo buscando a alguien… como yo.
Café con hielo, por favor, pedí. A las siete de la tarde un café, pensé; estoy atontao.
Al rato de que me sirvieran, y un poco más tranquilo, inspeccioné las mesas. Era tardísimo, y si no había llegado, no vendría ya.
Señores jugando al ajedrez, la lectura serena de un señor ojeando un periódico; dos universitarios repasando apuntes… y una mujer sola; no muy lejos de mí.
Mi corazón se paralizó. Pelo castaño, corto, y unos ojos marrones como los de mi sueño. Y me miraban a mí, y me miraban igual. Y se levantó igual, y se me empezó a acercar con esos andares que dan los tacones altos en las mujeres.
Y empecé a temblar.
Mi sueño se iba a cumplir; iba a escuchar lo que tanto tiempo estaba esperando oír, y en el momento adecuado.
Llegó al pié de mi mesa, y antes de que empezara a hablar, me puse en pie.
Hola, soy Ima; le dije sonriendo.
Hola. Se te ha caído la cartera, y venía para que la recogieras para que no se te perdiera…

Al rato recibí un mensaje en el móvil: “ lo siento, un problema a última hora me ha impedido llegar a la cita. Nos vemos. Un beso”.

Ahora, desde hace un tiempo, si tengo fiebre, no tomo leche con cacao… y el despertador lo pongo antes, por si puedo evitar soñar.

(Por si desaparezco de nuevo:

Feliz Navidad... Y que se cumplan vuestros... Sueños.)


7 comentarios:

Mencía dijo...

Me ha encantado leerte :D

Los sueños están para ser cumplidos, para arrancarnos esperanzas, para suavizar realidades, para seguir viviendo.

Los sueños, a veces, se cumplen y a lo mejor un día quedas con alguien para tomar un cafe en un sitio como el que describes, un alguien de ojos marrones que cumplirá alguno de tus sueños.

Besos besos besos.

Pepe del Montgó dijo...

Pero como me gustan tus relatos. En pocas palabras enganchas a la historia y con tres líneas sorprendes con el final. Espero que no tardes en volver. Feliz Navidad

Jack dijo...

Me ha gustado tu relato. La película Los Puentes de Madison me parece demasiado lacrimógena.

LU dijo...

Qué nervios ese rato de espera…. Está muy logrado.

Espero que no nos abandones por mucho tiempo. Y fuera de tópicos, te deseo que pruebes los turrones más deliciosos y las burbujas más embriagadoras.

Biquiños

Ana dijo...

He pasado tardes en una de las mesas que hay junto a la ventana, frente al kiosco, en el Café Central, emborronando páginas de mi cuaderno verde o esperando que la puerta giratoria me trajera una sonrisa. Si hubiéramos coincidido, seguro que nos habríamos deseado feliz navidad...o mejor, feliz año. Que tus sueños se cumplan. Besitos

Marta dijo...

Ima, cielo
mis mejores deseos de felicidad son para ti.
mils de petons.

Tesa dijo...

Uyssss ...qué pena. Pero ese "nos vemos" resulta esperanzador.
Buena historia
Felices Fiestas y un 2009 lleno de cosas buenas