miércoles, 9 de febrero de 2011

Calipso

(vista de Formentera. junio 2009)

El atardecer rojo que ilumina todo el paseo, anuncia que la tarde es ya incertidumbre y brevedad.
La lectura clara que me proporciona el día se salpica de manchas rojas y no deja perseguir las palabras que hasta ese instante leo con avidez.
La noche me empieza a iluminar, aunque no lo suficiente como para pasar página. Hasta este momento, el libro me impedía levantar los ojos de sus letras. Me tiene hipnotizada. Hace tiempo que nada escrito me mantiene en tensión durante tanto tiempo. Menos mal que estoy de vacaciones y le puedo dedicar mi espacio interior.
Vuelvo a casa con la luz temblorosa de las farolas que parecen indicarme el camino a casa. La oscuridad me asalta casi por sorpresa, y no percibo aún la luna como referencia. Recuerdo hace unos años una luna increible reflejada en el mar. Parecía iluminar toda la isla en la que en ese momento vivía.
Intento estar cerca del mar en el tiempo de vacaciones. Un libro, el mar,quizá con un poco de suerte, la luna haciéndome compañía. Es lo que necesito.
Llego a la casa que no es la mía. En estos días en los que me sirve de cueva, tengo que reconocer su silueta cada vez que entro. Ante la duda, enciendo la luz del hall.
Reconozco los muebles que salpican el salón, apago la luz e intento viajar hasta la terraza por el recuerdo instantaneo que se ha quedado en mi mente. A pesar de los tropiezos llego sin dolor de rodillas y abro la ventana al mar. Este rompe con calma pero constante sobre las pequeñas rocas que artificialmente han colocado con el inútil intento de sostener al mar en su silueta. El mar en su calma siempre cambiante me enseña su mejor rostro. El fondo tiene nubes que ayudan a limitar el cielo del agua .
La luz de la luna empieza a inundar de sombras la noche.
Pienso en él. Me quiso retener. Me quiso mantener en una isla,en su isla. Creía que su sola presencia serviría para tenerme allí. Que sus regalos y sus atenciones serían suficientes. No se daba cuenta de que yo era mucho más. Que no había isla, ni océano con el tamaño suficiente como para encerrarme allí.
Intento observar de nuevo alguna arruga en el mar; alguna roca que indicara dónde se encontraba esa isla que hubiera sido mi prisión si no es por la oportuna aparición de un ser del que ya no me acuerdo, pero que me  liberó, y me convirtió de nuevo en un ser sin ataduras.
¿Por qué será que le echo tanto de menos? Quizá no supo entender qué era lo que yo más deseaba. Mi libertad.
Vuelvo al libro... Es la única manera de olvidarme de él; quizá me siga esperando en la playa de la isla, pronunciando mi nombre; quizá muriendo de pena.

2 comentarios:

Pepe del Montgó dijo...

Nosotros somos los que le abandonamos, él siempre va y viene esperando.

Buena Ventura dijo...

"LOS VIEJOS SUEÑOS ERAN BUENOS SUEÑOS. NUNCA SE REALIZARON, PERO ME ALEGRO DE HABERLOS TENIDO" (LOS PUENTES DE MADISON)

Me ha gustado tu leyenda (Titulo del bolg), la recuerdo…, esa película marca mi vida, ….esa vida aferrada a la maneta de esa puerta, de una ranchera en un ultimo día de lluvia.