martes, 2 de septiembre de 2008

el jardín secreto (el bar)(1ª parte)


(C. Monet. El puente japonés)

En la calle Conde Duque, de mi ciudad. Una esquina con, con otra calle que se abre a una plaza, que se abre a la gente que disfruta de los últimos días de verano. Olor a final de verano…
Siempre en penumbra. Ventanales abiertos por dónde asoman mesas, con sillas, llenas de gente.
Hola. Necesitaría una mesa; ya sé que está lleno. Mira la libreta. Tengo una mesa libre una hora. Fantástico, me vale.
Me siento. Me traes…. No gracias, no necesito la carta; un té que tenéis con Hierbabuena. Gracias.
El lugar, como siempre. Dicen, o es lo que en algún lugar leí, que todos los años venden el mobiliario para cambiar la decoración. Y sin embargo, parece que no ha cambiado. Como los camareros; a su aire; agradables, pero si no hay sitio, no lo hay.
Perdonad, el té. Mira que no soy de té. (Gracias)… pero es que este… es de esas cafeteras, no sé si las llaman italianas, que aplastas la hierbabuena para que no se mezcle la hoja con el té, pero que te deja todo el sabor, el olor. La intensidad.
Qué olor. No sé si tomármelo o dejarlo como una vela, para que desprenda el olor a té con hierbabuena.
Miro alrededor mientras muevo las dos cucharadas de azúcar moreno que le he incorporado a la taza, ya llena; qué bien, tendré cantidad suficiente para una segunda taza. No creo conocer a nadie. Me da igual en realidad; seguramente tampoco nadie me conoce. Pero me gusta ver, cómo espectador ajeno, lo que se respira, cómo viven los que están en el local, y lo que toman.
Música de Jazz; los ventiladores intentando aliviar el calor que producimos los que estamos dentro; mesas separadas lo suficiente como para oir, pero no para escuchar a las de alrededor; el tumulto lejano, no ruido populoso.
Hoy tengo mesa para uno, para mi cine, par el té con hierbabuena para dos tazas. Apoyo mi espalda en el respaldo de la silla.Disfruto del momento. Cada vez es más difícil verme solo por mi Madrid, haciendo cosas como estas.
Aunque busqué compañía. Me apetecía andar acompañado, leer entre dos, y reir compartido. Quizá, tras la película, más.
¿No lo dije?. Acabo de salir del cine… sí…
El jazz pone ritmo en mis oídos. Tengo la sensación de estar en una isla; isla de uno; otras alrededor, con dos, tres, cinco componentes en cada una de ellas.
Parece que sé del bar desde siempre. No. Lo conozco hace poco, Demasiado poco tiempo para disfrutarlo como se merece. Demasiado poco para llevar viviendo en esta ciudad tanto tiempo. Y nadie me dijo que este lugar existiera. Supongo que es ciudad muy grande para conocer cada uno de los rincones interesantes de su mundo. Y, a veces, tienes el tiempo necesario para descubrir un rincón más…
Otro sorbo de mi té…
Pensaba en el cine. En la plaza de enfrente. Cruzas la calle, pasas por debajo de la plaza y te encuentras en una calle estrecha, que parece desvinculada del resto, con dos cines, y una librería de cine, y bares para hacer tiempo, al salir o al entrar de ellos.
El cine tiene varias salas, pequeñas. La sala que me ha tocado creo que fue la primera en la que entré cuando me iniciaba en los mundos de las películas en versión original. La recuerdo igual, bueno, puesta al día, pero igual. Aquel día ponían “Remando al viento”, de Gonzalo Suárez … vaya… cuánto tiempo; tanto que no quiero ni recordarlo. La película, con actores ingleses, se rodó en inglés. Quien le diría a Hugh Grant, a aquel chaval, que poco después se haría tan popular.
Recuerdo con mucho cariño el cine de al lado, cuando no se llamaba como se llama… cuando tenía un bar, bajando las escaleras a la derecha. Era un bar de encuentros. ¿Dónde quedamos? En el bar del cine. Recuerdo charlas interminables con los compañeros de facultad mientras hablábamos de cine…Bueno; ya no existe el bar; supongo que una de las salas del cine es más grande.
Me voy a pedir otro té con hierbabuena.
El cine, con pocos espectadores, la chica de la taquilla siempre encantadora; sala cuatro; 6,80 euros…. No diré nada de lo que vale el cine ahora. Apenas 4 parejas… y un hombre que, como yo, tenemos el día para nosotros.
La película… no sé porqué, tenía ganas de verla; los actores, el planteamiento, no sé.
18:10 H o 22:30 H. No hay mucho dónde elegir, y en el último cine dónde lo ponen… 18:10 H.
Cambio de asiento, demasiado ladeado… un poco más cerca de la pantalla… me recoloco en el asiento.
A veces no hay como un día solo para ir al cine, para saborear la película…
La película… Me temo que eso es otra historia, triste, por cierto.

3 comentarios:

Ana dijo...

Madrid a veces asfixia y es bueno encontrar un lugar en el que perderse...y encontrarse.

Miguel dijo...

Y dónde dejar caer tus pensamientos...

LU dijo...

Esos pequeños placeres que hacen de una tarde cualquiera, un momento muy especial.
Biquiños