jueves, 11 de septiembre de 2008

Las mañanas


(E. Hooper)

Me sorprendo en el reflejo del cristal cuando me reconozco. Mientras la miro a ella a través de la ventana, no veo mi reflejo; sólo la veo a ella. Siempre a las seis de la mañana. Ya no necesito reloj; estoy acostumbrado a levantarme para verla todos los días, durante esos quince minutos que la luz de su habitación ilumina mi cocina y mi mente.
Ella ya lleva un tiempo levantada. Lo sé. Sé que se ha levantado y se ha duchado… Lo sé porque la toalla siempre aparece en el suelo, casi siempre con esa forma que cae una toalla mojada, después de hacer la labor que tenía que desempeñar. Después de secar el cuerpo de ella. Yo sólo veo de ella las piernas, ni siquiera llego a la cintura… no sé más de ella. El patio interior nos separa, Yo en el octavo, ella en el séptimo. Persiana a media altura que me impide ver el resto del cuerpo.
A esa hora, en la que mi vida se detiene para ver la suya, para vivirla, los movimientos son rápidos, y seguros. Todos menos el momento de la crema… para la piel de las piernas. Veo como sus manos acarician esas largas piernas… con esa suavidad, con dulzura. Todos los movimientos son rápidos, menos el momento de ponerse las medias. Apenas se ven, deben de ser de color carne; veo el movimiento de las manos, como encoge una pierna, luego otra… veo las piernas enteras y como sus manos suben con una suavidad increíble las medias hasta… no sé más de sus piernas… no llego a ver más que eso… luego movimientos rápidos por la habitación, falda, casi siempre; hoy, color verde… corta, casi no veo su final…carrera… unos zapatos, otros… los deja en el suelo… los terceros.. Intuyo que se pone la blusa. Se acerca a una pared y se recoloca, será el lugar dónde está el espejo de la habitación… sale de ella… un rato de nada; vuelve… coge algo de la mesa; apaga la luz…
Esos momentos de lo que intuyo, de lo que no veo, de lo que sé; me podría quedar horas. Me imagino el resto del cuerpo viendo lo que puedo de ella. Me la imagino….
La luz del pasillo… mi padre se asoma por la puerta de la cocina. ¿Qué haces aquí, a estas horas? Pregunta con la mirada acusadora. Se acerca a la ventana y ve… no necesita más. Todos, cuando vemos imágenes así, no necesitamos preguntar. Vuelve a tu cama y que no te vuelva a ver haciendo esto. La intimidad de las ventanas es sagrada…
No la volveré a ver… estoy desolado.
A la mañana siguiente, ya despierto, a la misma hora,me encuentro en la cama, llorando en silencio por no volver a verla. Me duele el corazón… Oigo pasos, mi padre cruza de puntillas por delante de mi habitación, en dirección a la cocina… Cómo es mi padre, lo que hace para que yo no pueda hacer cosas prohibidas…

1 comentario:

Gattaca dijo...

Anda!
y ahora va tu padre y se apodera de tu ventana y de esas pietrnas que tanto te hacian volar la imaginación... ^^

Mas besos de buena mañana, estoy intentando ponerme al día! Mucho por leer tengo esta mañana...