miércoles, 10 de septiembre de 2008

León


(Monet. La catedral de Rouen a pleno sol)

Subía por la calle que daba acceso a un mundo antes desconocido para mí.
Era una calle peatonal, amplia, llena de vida, aunque apenas eran las diez de la mañana. Terrazas para los intrépidos que eran capaces de soportar ese frío que cala hasta las vísceras. Alguno había, tomando un desayuno de pan con tomate… intuyendo que el café iba con gotas de licor. Tiendas de souvenir, de comidas típicas.
A pesar de lo ancho de la calle, y de la luz que la mañana esparcía por cada esquina, no la veía. Sabía que me esperaba al final de la calle. No quería subir con prisa. Había esperado tanto tiempo, que unos minutos más para saborear ese instante que tenía que llegar, no era nada.
Había soñado con su aspecto, con su altivez, con la forma tan armónica de su cuerpo. Me enamoré de ella en el instante que la vi, en una foto en la que, estaba seguro, no daba con su imagen real.
Creo que esperar 30 años era mucho tiempo, pero supongo que todo tiene que llegar en algún momento. Y a ese momento le quedaba apenas diez, cinco minutos. Se me aceleraba el paso a cada instante. Iba por el centro de la calle, pisando las conchas que sustituían hacía tiempo las flechas azules tan características del camino de Santiago. Esa calle era paso obligado. Era el paso que lo peregrinos llevan para encontrarse con ellos mismos. Y ese día era como mi propia peregrinación.
Paré, quizá a la mitad de la calle peatonal, para fijarme en una callejuela que se escapaba a la derecha; tenía un aire a las calles antiguas, oscuras, con un recodo al fondo, que más que intentar dejarla pasar, apetecía entrar para descubrir si, tras esa esquina, estaría esperándome algo, y que yo no lo conocería si no me adentraba…
Dudé, estuve a punto de meterme en ese recodo sino hubiese sido porque mi corazón me pedía que nos encontráramos con nuestro destino. Avance, quizá más despacio; tenía la sensación de que, si bajaba más las pisadas, tendría que hacer eses como los ciclistas para no caer.
Al fondo se veía la calle abrirse hacia la izquierda, apuntando a una plaza; mi mirada empezó a dirigirse a la apertura de la plaza para investigar si la veía.
Me la imaginaba con la luz iluminándole el rostro, dando mayor matiz a sus detalles.
No podía más, aceleré el paso, y empecé a verla. Primero el lateral. Una valla cubría su imponente aspecto… Los contrafuertes se adivinaban… me puse en el lado derecho de la calle, para mejorar la perspectiva… la torre derecha, ya está, ya la veo en su totalidad… un poco más….
Me paré. Entre la calle peatonal y la plaza que se abría, descubrí, mirando sobrecogido en dirección al cielo, toda la fachada de la catedral. Contuve el aire mientras las lágrimas salían con timidez. Era tal y como me la imaginaba… no… más. No sé si me impactó más la emoción de los instantes previos, la vista completa, su luz, su altura, la belleza de lo antiguo, ver ese rosetón.
La virgen blanca que estaba en la fachada principal no era la original. Sabía que el mal de la piedra se la estaba comiendo, como parte de una de las torres… Era otra de las visitas pendientes, era la visita a la mujer de la catedral.
Pasé al interior. Luz… Maldito coro… el rosetón iluminado, las vidrieras laterales dejando entrar luz por capas, por colores. Sobrecogedor… La virgen, casi adivinando el rostro, en el interior de una capilla. Silencio sepulcral.
Me senté delante del coro, maldito coro, justo en el crucero de la catedral. Mi encuentro con ella había sido emocionante. Me quedaré toda la mañana… igual no salgo a comer… quiero quedarme con los detalles… ¡Si fuera mujer!; pero no es; mala suerte.
Soy ateo, agnóstico, no sé… no creo en nada, probablemente en nadie. La belleza no tiene credo. Aunque esta catedral tiene su justificación por una idea, por una creencia.
Me quedaré un rato más… disfrutando de mi catedral.

6 comentarios:

Nootka dijo...

Qué sensaciones.
Yo a veces me emocionó mucho, pero otras no, y no sé porque. No sé que pensar del arte ni de las catedrales góticas.
Felicidades, por dejarte llevar por la belleza.
Un bso.

eva dijo...

yo también soy como tú, no creo en nada pero sabes apreciar la belleza, un besito

Miguel dijo...

Gracias Nootka por dejarte caer por aquí... No sé nada de arte, pero me emociona su representación, en ocasiones.
Un beso

Miguel dijo...

Al menos esta belleza.
Un besazo Eva

Gattaca dijo...

Yo tampoco se nada de arte, pero si de belleza, al menos del concepto que tengo yo de belleza claro...
Las cosas me gustan o no, sin mas.

Muchos besos de esos matutinos que te gustan a ti ;)

Miguel dijo...

Por suerte, la belleza tiene un poco de subjetivo. Besos, también matutinos, y muchos...:D