lunes, 1 de septiembre de 2008

Tu sonrisa


(Henri Matisse)


Tú sonrisa me iluminó el alma.
Crecí con la sensación de que necesitaba de los demás una respuesta positiva por mi comportamiento. Que necesitaba una palmadita en la espalda, un, qué bien lo has hecho, para sentirme dichoso. Mi comportamiento positivo, era la clave para que me sintiera bien.
Nada conseguía ponerme tan feliz como la aprobación de los demás. Todos mis comportamientos eran en función de eso. Decían que, al llegar a la universidad, eso cambiaría. Que los profesores no te veían como una persona, sino como un ente que confeccionaba trabajos y realizaba exámenes. Que no valorarían mi sonrisa, mi forma de agradar para que las cosas salieran adelante.
Supongo que mi facultad era la más pequeña de las universidades de este país; los profesores casi te conocían por el nombre, ayudaban y colaboraban en mi formación, y la palmadita en la espalda la seguía teniendo.
Mi vida, mis novias, mis ex-novias, mis amantes y mis ex-amantes… mi jefes y mis ex-jefes. De todos, incluso cuando dejaban de ser lo que eran, y por los que los conocí, tenían que seguir viendo que en mi tenía el comportamiento que debía. Era fiel a mi comportamiento. Y eso me hacía sentirme bien.
Un día, descubrí que, a pesar de lo fantástico que era, no podía agradar a todo el mundo. Que había personas que no me soportaban, que dolía mi sola presencia. Descubrí también que en mi mundo, personas de las que quería su palmadita en la espalda, me producían llagas con solo tocar mi piel.
Descubrí, al fin, que mi comportamiento no se llevaba bien con mi carácter. Que, en muchas más ocasiones de las que quería, hacía cosas que me revolvían las tripas, sabiendo que eran las que debía hacer.
Mi mente se revelaba. Dejé de sonreír; contestaba a destiempo, y malhumorado, porque mi cuerpo y mi mente se encontraban en permanente conflicto.
Mi vida se convirtió en un sufrimiento, para el que me fabriqué una máscara que transformaba mi rostro, permaneciendo mi mente y mi espíritu con la misma fuerza. Y funcionaba.
Se creían mis mentiras, se creían las mentiras de mi forma de ser y de estar. Sonreía estando triste, triste estando pletórico.
La vida seguía siendo la misma, mientras mi interior se transformaba.
Hasta que apareciste tú.
Eras sincera y desgarradora, decías lo que pensabas, y eras consecuente con tu manera de ser. Vivías convencida que tenías que ser feliz. Y no pasaba nada. Supongo que la convicción de ser quien eras, sin importar lo que eran los demás, y teniendo en cuenta que tus convicciones eran lo que te sujetaban, te hacían más fuerte. Y más feliz.
Y sonreías. Sonreías desde dentro. La sonrisa, y la tristeza que salían de ti, eran el reflejo de tu alma.
Cuando me miraste, lo hacías con dureza; veías la careta que llevaba, y no te gustaba. Veías los ojos de detrás de la careta y no decían lo mismo.
Un día, me decidí a quitarme esa careta, te miré a los ojos, y, al reconocerme, sonreíste. Y me iluminaste el alma.

17 comentarios:

Gattaca dijo...

Sabes?¿
Me has emocionado! Supongo que porque se lo que se siente al llevar una careta casi permanentemente... Ahora la careta solo la dejo para algunas ocasiones, esas especiales en las que no me gusta mostrarme como soy, supongo que porque considero que la otra persdona no merece ver, conocer mi verdadero yo.
Pero la verdad? prefiero no gustar a todo el mundo y ser yo misma, es de las pocas que nos quedan cuando ya no hay nada mas.

Mil besos, cuanto mas te leo mas te conozco y cuanto mas te conozco mas me gusta lo que leo;)

Mencía dijo...

Has dado forma a todo mi proceso.
Brutales palabras, niño.

Qué suerte dar con alguien que sepa verte más allá de la careta, con alguien que te ayuda a desprenderte de ella, que te enseña a sonreir cuando realmente sonríes por dentro, quien te quiere aunque no seas perfecto aunque te muestres triste.

Normalmente quien se revela ante la falsa sonrisa no es la mente (gran aliada en los autoengaños), normalmente se revela el alma, las tripas o el corazón.

En su día quise explicar lo mismo y recurrí a Salinas (como no) ... yo no tengo tu habilidad con las palabras.

Empezaba la entrada diciendo: ¿Cuántas veces
oculta tras una sonrisa?
¿Cuánto dolor
se puede esconder tras un simple movimiento de labios?
¿Cuántos pensamientos
se pueden esconder tras ese gesto
convertido en tic
que acompaña a todas las tristezas
no gritadas?


Te dejo el poema ... y siento el rollo :D


Ahí, detrás de la risa,
ya no se te conoce
....................

"¡Qué alegre!", dicen todos.
Y es que entonces estás
queriendo ser tú otra,
pareciéndote tanto
a ti misma, que tengo
miedo a perderte, así.

Te sigo. Espero. Sé
que cuando no te miren
túneles ni luceros,
cuando se crea el mundo
que ya sabe quien eres
y diga: "Sí, ya sé",
tú te desatarás,
con los brazos en alto,
por detrás de tu pelo,
la lazada, mirándome.

Sin ruido de cristal
se caerá por el suelo,
ingrávida careta
inútil ya, la risa.

Y al verte en el amor
que yo te tiendo siempre
como un espejo ardiendo,
tú reconocerás
un rostro serio, grave,
una desconocida
alta, pálida y triste,
que es mi amada. Y me quiere
por detrás de la risa.

Pepe del Montgó dijo...

Me ha gustado tu reflexión.¿Te imaginas lo que debe ser toda una vida vivida para agradar a los demás?

LU dijo...

De cualquier forma y sin engaños, yo mantengo la sonrisa. No pretendo caer bien a todos los que me rodean, pero también es cierto que con una sonrisa y amabilidad las respuestas que recibes de tu entorno son mejores y eso te hace sentir mejor.
Biquiños

eva dijo...

estoy con la dama se esconde, yo procuro sonreir siempre, y es verdad, te sientes mejor y haces sentir mejor a los demás, un besito

ROSA ALIAGA dijo...

que bien tener esas sensaciones

Ana dijo...

Yo creo que hubiera sido mejor que tu alma se iluminara al mirarte al espejo, que la careta no te la hubieras quitado por nadie y que sonrieras sólo por ser y estar. Después...a compartirlo si quieres. En cualquier caso, siempre mejor al descubierto

Penélope dijo...

Creo firmemente que una buena dosis de intelegencia emocional,saber y querer comprender a los que te rodean benefician enormemente nuestra salud mental y el buen funcionamiento de la armonía global. Falta empatía y sobran malas intenciones, embrollos, malentendidos; las relaciones de base deberían comenzar desde la verdad, como tu dices, lo ideal sería ir sin caretas por la vida y poder entender nuestras diferencias los unos a los otros (otra vez la querida empatía) pero pocas personas caminan con esta filosofía.

Miguel dijo...

Gracias Gattaca. Me gusta que pases, sobretodo si mis escritos aportan un rato de compañía.
La careta está más a menudo de lo que nos gustaría. Agradar, quizá nos condiciones ser quien somos en realidad.

Miguel dijo...

Jo, Mencía, me impresiona Salinas. Y me encanta que lo incorpores a esta entrada. Besazos mil

Miguel dijo...

Pepe de Montgo.. me lo imagino. Incluso creo que lo sé. Y no es fácil vivir y convivir con uno mismo de esa manera. Las caretas asfixian. Gracias por acercarte

Miguel dijo...

Lo sé, la dama se esconde, no hay nada mejor que la sonrisa. Alegra a los demás, por poco. Lo difícil es verla cuando se oculta detrás de la careta.
Besazos

Miguel dijo...

Me gusta ti sonrisa de Amelie, Eva.
Besos

Miguel dijo...

La de quitarte la careta, sí, Trilceunlugar; la de mantenerla, no sé si tanto

Miguel dijo...

La de quitarte la careta, sí, Trilceunlugar; la de mantenerla, no sé si tanto

Miguel dijo...

Qué bien, Jimena, que pases a visitarme.
Lo que me preocupa es que no sé muy bien si me gusta lo que el espejo refleja. Aunque si lo miro a los ojos, sé que no le gusta la careta.
Besos de bienvenida

Miguel dijo...

Hola Penélope.
La empatía... Cuando me relaciono en el trabajo, con los amigos, con la familia, siempre existe un velo que tapa lo que no quieres dar. Creo que es difícil ir con la verdad. Esa duele. Aunque supongo que duele más no decirla.
Besos