miércoles, 5 de noviembre de 2008

El paseo


(Hopper)

El ruido que las dos personas que estaban detrás de mí en el autobús, me impedía centrarme en la lectura. Me tenía que haber traído los cascos. ¿No sabes lo que le pasó a Ernesto el otro día?... Cuchicheo… ¡Qué me dices! ¡De verdad, cómo está todo!
Espero que se bajen pronto. Y sólo son las siete de la mañana. Y seguro que podrían hablar de esa manera durante horas.
Como era de temer, me acompañaron hasta mi parada, con la suerte de que ellas continuaban. La luz tímidamente atravesaba las calles, y se iluminaba el mundo a mí alrededor. Cómo hago siempre que bajo del autobús, miro a los lados, como si tuviera que decidir por dónde ir, y después, emprendo mi camino.
Ya lo llevo haciendo varios días. Me bajo en el paseo de Recoletos, y recorro las calles, que empiezan a cobrar vida, después de unas pocas horas de cierta calma. Aunque en esta ciudad nunca se duerme lo suficiente. Recorría el Paseo de Recoletos, hasta llegar a la Plaza de Colón, y desde aquí, subía por la calle Goya.
Siempre me sorprendo de lo lento y tranquilo que parece todo a estas horas. Quizá el ruido de una cafetería, cuando la puerta se abre a tu paso, y se oyen las voces de los trabajadores tomándose el carajillo… O la puerta de seguridad de alguna tienda, que se queda a medio abrir, para que pasen sus trabajadores por el hueco que queda abierto.
Podría mirar, en esos momentos en las que las tiendas se encuentran vacías, si en realidad, hay vida en el interior. Asomarme por los escaparates, y, quien sabe, si encontrarme con la fiesta de los silencios, con los maniquíes juntando sus miradas inertes. Pero prefiero imaginarlo a pensar que fuera verdad.
Voy despacio… la calle, que se describe como una recta cuesta, me impide lanzarme a la carrera. Tampoco lo piden las horas por las que paseo la ciudad.
Al cruzar Velázquez, descubro abierto un bar, que en estos tiempos está de moda; es un bar de café, con un montón de mesas rodeando su fachada, que, como los cafés franceses, los clientes miran a la calle. Así, los clientes ven pasar la ciudad, y los viandantes, ven lucirse a los clientes.
A pesar de que, a esas horas, debería estar vacío, descubro con mirada de curiosidad, que tiene un cliente. Y me paro para mirar con detenimiento, casi con descaro. No suelo hacerlo, pero me sorprendió ver vida en ese café, a esas horas, sentado con cierta calma, a un cliente.
Mujer, cómo yo de edad… o más joven… no sé; no soy bueno para eso; quizá por que me da igual; parece que escribe. No sé porqué, mis pies me metieron en el café, dejándome plantado en la barra, cerca de su mesa. ¿Qué quiere? Un café, con leche, ¿Algo más? Ehhh… me quedé mirando a la barra, por si el donut podría ser de esta semana… No, gracias, sólo el café.
La miraba con descaro, casi sin pestañear. Estaba escribiendo despacio, como pensando la siguiente palabra. Tenía fecha; una carta. Mi afición a escribir cartas no era muy habitual verla en otras personas. Y ahí estaba. Escribiendo carta con pluma.
Perdona, si te interrumpo, interrumpí… Al acercarme, carta con letra azul, con pluma barata pero de trazo fina… Sé que es un atrevimiento, pero he entrado por casualidad, y me sorprende encontrar alguien escribiendo una carta, sin ordenador, y con pluma; como yo. Y no he podido evitar interrumpirla y conocerla.
Tenía los ojos enormes, verdes; el pelo de rubio teñido, con un color intenso, mezclado con la piel morena, dando contraste de colores que, en ese momento, me parecía ideal. Me miraba muy seria, con sus enormes ojos clavados en los míos. Yo utilizaba como defensa la mejor de mis sonrisas.
De verdad, discúlpeme; ha sido un impulso impropio, pero es raro encontrar ya a alguien que le guste disfrutar de la sensación de un paseo con la pluma por un espacio en blanco, y regalarlo después a quien escribes.

Según lo decía, me sentaba, sin quitar mi mirada de la suya, para no darle la oportunidad de mandarme a paseo; me sentaba a cámara lenta, por si ella hacía ademán de que sobraba, no estar demasiado sentado.
Escribo a mi hermana, le confesé. Vive cerca, pero tenemos la sensación de vernos poco, y que el teléfono no nos transmite nada más que las malas noticias. Por eso, hace ya unos años, que la mejor manera de comunicarnos es por carta.
Y tú… A una amiga, me dijo en voz baja. Hemos decidido que tenemos que utilizar todas las vías de comunicación para estar cerca la una de la otra.
Estuvimos hablando unos minutos más, de nuestra afición compartida…
Oye, le sugerí, te podría escribir una carta; el inicio de una historia contada con cartas. No sé; no te conozco de nada. En realidad tendría que estar cabreada porque no me has dejado terminar la carta. Silencio… déjame tu dirección. Ya veremos.
Gracias, adiós; adiós; ha sido un placer, le dije. No hubo respuesta.

Al cruzar Velázquez, descubro abierto un bar, que en estos tiempos está de moda; es un bar de café… A pesar de que, a esas horas, debería estar vacío, descubro con mirada de curiosidad, que tiene un cliente. Y me paro para mirar con detenimiento, casi con descaro. No suelo hacerlo, pero me sorprendió ver vida en ese café, a esas horas, sentado con cierta calma, a un cliente… pero no me pareció que tuviera que interrumpirle, y, además, seguro que me ignoraba.
Continué caminando mientras pasaba la vida; como empezaba a transformarse la ciudad, mientras pensaba que mi imaginación vivía situaciones mucho más interesantes que lo que pasaba en mi vida real.

16 comentarios:

Mencía dijo...

Lindo imaginar ... como si estuviéramos soñando.

Mientras te leía me imaginaba en ese paseo ...

Besos lindo.

Mencía dijo...

Y ya sabes mi opinión de Hopper.

Miguel dijo...

Creo que los sueños son mi afición más fructífera. :-P.
Le tenía olvidado últimamente a Hopper. Y, si al final le voy a coger cariño.
Mil besos, Mencía

eva dijo...

yo voy con los cascos, me aislo del ruido y de las conversaciones. Besitos

MBI dijo...

Tu imaginación y la de todos...acaba por hacernos soñar una vida que en muchos casos, no es que no se pueda vivir, es que no se atreve a hacerse realidad.
Volveré, me gustó escucharte.

Pepe del Montgó dijo...

Al leer tu relato he sacado la pluma que tenía guardada en un cajón y al primer intento la tinta no corria. He insistido y ha vuelto a escribir. Siempre llevaba la pluma y escribía con tinta Pelikan turquesa. A los alumnos les llamaba mucho la atención. El diálogo en la cafetería me ha gustado mucho.

Marta dijo...

Ima
la de cosas que uno se puede perder por no entrar en la realidad de los sueños.

petonicos, sempre.

LU dijo...

Me gusta ese giro final.

Antes escribía cartas, con bolis de colores. Lo de la pluma fue una etapa muy breve (torpe con tan sofisticado artilugio). Ahora mando mails... Todo cambia

Biquiños

Penélope dijo...

Quién no utilizó alguna vez una pluma, tiene un aire de distinción, si quieres también de romanticismo... pero hoy en día, pasamos ya de la pluma, de los bolis; sólo nos dedicamos a escribir e-mails y, a veces, ni eso. El tiempo nos engulle. El correo se llena de powerpoints sin sentido, ya no hay casi correos personales, por muy raro que parezca casi utilizamos el outlook para reenvios. En fin, menos mal que nos quedan los BLOGS.

Nenhari dijo...

También suelo ir con los cascos y así voy en mi mundo, pero a veces desconectar un poco te devuelve a la realidad y eso está bien.
Biquiños

Anónimo dijo...

Hola soy la que le diseño a la dama se esconde la tortuga,me alegro de que te gustara.
Un saludo:
Nayara

ROSA ALIAGA dijo...

la imaginación es el único elemento que no necesita contención.
Un beso de carta

Tesa dijo...

Sólo he intercambiado cartas con una amiga, durante unas vacaciones de verano (una amiga de esas tan apegadas como siamesas, de adolescencia, y todo un verano, muy largo, separadas una de otra).
Luego alguna postal, esporádica, o algún cristma, con otra gente.
Y una carta maravillosa, de un amigo, escritor, hace unos días, a la que no he podido dar la respuesta escrita que se merece.

Tesa dijo...

Ah, imaging, hay un gazapo en la primera línea:

"El ruido que -¿de? - las dos personas que estaban ..."

Miguel dijo...

Gracias a todos por pasar. Y gracias Tesa por descubrir el gazapo que veo como lo soluciono... ya.
Besos para todos

Anónimo dijo...

Hola,

me gustaria saber que tal el parque de Retiro en otono, hacen anos que estuve alli, en julio del 1981, Rafael Alberti todavia era vivisimo y paseaba en su camisa grito bermejo con chicas 60 anos mas jovenes lleno de esperanza de la vida, era como si abriese una ventana en el pasado...

?Se rema todavia en el estanque? Que tal el Prado? Si pasas por alli dale mis recuerdos a Miguel con la mano en el pecho (El Greco - el caballero - Cervantes), era una revelacion ver el cuadro original despues de haber visto tantas fotografias mal hechas y mal coloradas, y a mi querido Murillo


?Que tal en Madrid de hoy?

saludos

Neven