miércoles, 26 de noviembre de 2008

Otra oportunidad



(Hopper. room sea)

Encendí la luz de ese portal desconocido.
Las llaves prestadas de un amigo, que prestaba su casa vacía de vida, para ciertos amigos que huían de su pasado, de su presente.
Era una primera planta, así que, aunque la maleta, con mi vida dentro, pesaba, decidí que las escaleras eran una buena opción.
Planta 1ª, puerta 4… La llave de puerta blindada; un giro, dos, tres, y la puerta se deja abrir; recordaré el número de giros durante un tiempo.
La casa parecía pequeña. Pequeño hall con puerta enfrentada que daba a la cocina, y a la derecha un pasillo para habitación y baño. El salón, a la izquierda.
Estás en tu casa, me dijo mi amigo. No lo parecía, pero tenía un lugar para cobijarme esas noches. Quité unas sábanas fantasmagóricas que ocultaban del polvo los muebles. Tras acumularlo en una pequeña montaña blanca, me acerqué al mirador del salón a mirar la calle estrecha y oscura.
El silencio era atronador. La vida parecía callada.
Las tres de la mañana… debería dormir, y callar también mi cabeza de pensamientos contradictorios.
A pesar del paisaje que se presentaba ante mí, mi vida acababa de tomar otras riendas. Mis riendas. De repente, ese silencio era voluntario. No había más incomodidades que las que mi conciencia me dictara. Y sonreí.
Hay vida después, eso seguro. Y puedo tomar conciencia de quien soy, y de lo que quiero hacer. Este tiempo que he cogido será definitivo.
La mañana siguiente amaneció temprano. Apenas las seis de la mañana y mi cabeza hizo las veces de despertador. Era sábado, y sin embargo, no tenía nada que hacer, salvo rehacer de nuevo mi presente y mi futuro.
Bajé al café que vislumbré a mi llegada; recién abierto; un café… sólo.
Tendría que aprender a vivir en soledad. A vivir con silencios; a aprender que la vida es para vivirla conmigo; y que para eso solo hacía falta sentirme bien con mis decisiones. Con mi forma de ser coherente.
Ya a media mañana de mi nueva vida, en ese sábado que era primero de año para mí, recibí un mensaje en el móvil. Era de él.
Al leerlo, Tuve la sensación de que mi vida ya no me pertenecía. Que todas las decisiones pasadas eran mi vida, aunque ahora no fuera feliz con ellas. Y que a mi hijo, y solo a él, le debía otra oportunidad.
(Mi paso por otros blogs amigos, como el de Mencia, me ayuda a encontrar relatos y sentido a las frases que navegan en mi pequeño mundo.)

7 comentarios:

Mencía dijo...

Qué te digo niño?

Que bien dada esa oportunidad en la medida en que así lo sentías y si cuando sientas la necesidad de darte la oportunidad a tí mismo te la des.... Pero esta es sólo mi opinión formada en basa mi propia vida en la que mis decisiones eran sólo cosa de dos (no de tres) y una situación mucho mucho más facil.

Besos dulces.
Tu amiga :D

Miguel dijo...

La vida te da la oportunidad de elegir, y uno, al hacerlo, ejercita sus deseos. El tiempo marca los aciertos y los errores. Y creo que lo bueno es participar en las decisiones. Sé que, tanto tu opinión como tus decisiones son duras, y valientes. Y no son más fáciles; son diferentes.
Y, además, es sólo un relato...creo.
Besazos, amiga Mencía.

Marta dijo...

Vengo de casa de Mencía y me he quedado sorprendida....El mismo pintor (Hopper), el mismo tema.
Tiempos de cambios, de soledades, montones de emociones, miedos, valentia que parece que pilla a mas de uno por sorpresa.
A ver si empieza a soplar este aire por mi tierra....

petonets, sempre per tu.

Pepe del Montgó dijo...

Impresionante momento de decisión. Los hijos obligatoriamente forman parte de nuestras vidas. No, del mismo modo, nosotros formamos parte de sus vidas si ellos no quieren. El binomio es padre-hijo y sólo en esa dirección del orden (Al menos eso es lo que pienso yo)
Saludos

LU dijo...

Siempre hay que darse esa segunda oportunidad, o tercera. Tomar decisiones no es fácil. Asumir la soledad, tampoco.
Me ha gustado mucho y veo esta temática muy interesante y profunda.
Biquiños

eva dijo...

que difícil aprender a vivir en soledad. Oye planta 1º y 4º puerta ahi vivo yo :p besitos

Ana dijo...

Los pensamientos contradictorios no son buenos, aunque a veces son inevitables. Creo que lo importante no es la soledad, sino estar a gusto con uno mismo. Besos