lunes, 18 de agosto de 2008

El Lado oscuro de la luna





La luz que iluminaba la noche era la que venía de esa enorme luna llena que semejaba una ventana en el cielo.
Una luna enorme; tan cercana, tan accesible,
Creo que no me gustaría visitar la luna. Me gusta verla desde abajo. En ocasiones me olvido de ella, y pienso que podría sobrevivir sin ella. Pero cuando la veo tan grande, tan hermosa, no me puedo imaginar un cielo sin luna. De las estrellas me olvido; solo sé que existen cuando salgo por las noches al campo. Pero la ciudad no me regala su luz. La propia luz de la ciudad me ciega la vista de la luz de la noche.
Eso sí, cuando llega la noche que paso en el campo, me deshago en elogios por el cielo que veo y que no tengo cuando estoy en la ciudad.
¿Por dónde iba?... Ah, por la luz, o por la luna… no sé.
Sé que, cuando me encontré a solas con ese lago, quieto, en medio de Madrid, con el palacio de cristal de fondo, y la luna reflejada en su superficie, pensé que se había abierto otra puerta al cielo.
Sé que es inalcanzable, pero ahí, tan cerca de mí…
Me quité los zapatos, la ropa, apenas con los calzoncillos para entrar en el agua y tocar el reflejo de la luna.
Qué frío en los pies al contacto primero con el agua. Pero mi pensamiento era seguro. Tenía que tocarla.
Me iba acercando con cuidado; los patos apenas podían creer lo que veían. Eso que veían en lo alto de la barandilla todas las noches, ahora estaba en su agua y en su luna…
Estaba apenas a dos metros cuando las nubes, oscuras y amargadas, se llevaron el reflejo.
Miré hacía arriba. Las nubes enormes que cubrían seguramente todo el cielo, me dejaron ciego.
Les grité: “¡¡¡Es mí luna, es mi reflejo, lo quiero para mi!!!
Sólo el grito de un guarda del parque, que debió presenciar la escena desde el principio, me contestó:
“No hubo suerte; pero verás que la luna no es ni el reflejo de lo que es. Lo sé; yo la toqué. Aunque tienes que seguir intentándolo si quieres comprobar que, a pesar de todo, merece la pena”.

4 comentarios:

Gattaca dijo...

Me gusta la luna mas que comer, mas que dormir, y casi tanto como soñar..
Me paso horas en mi terraza en invierno, tapada con una manta contemplándola, no se muy bien porqué pero me serena, me da una paz que nada mas me puede dar, sobre todo esos días en los que está tan baja que parece que estirando un poco la mano la puedas tocar, esos días que se vuelve de color naranja, como si se hubiera acercado demasiado al sol...

Mil besos.

Miguel dijo...

Me encanta el reflejo de la luna. Mirarla con la intensidad que se mira a una cara preciosa... Me encanta pensar que, quizá, personas que hace tiempo que no veo, miran la misma luna, en el mismo instante...
Besos Gattaca. Un placer que pases por aquí..

LU dijo...

¿Qué tendrá la luna que tanto nos atrae? Su luz en medio del cielo oscuro, su reflejo sobre el mar…
No, yo tampoco quiero viajar a la luna.
Besos

Miguel dijo...

No sé que tendrá la luna, pero siempre que puedo le dedico unos minutos de contemplación; de admiración.
Besos