martes, 26 de agosto de 2008

Incomunicación


(Salvador Dalí)

Cada vez más pienso que a nuestra relación le falta comunicación.
Cada vez hay menos palabras que reflejen cómo estamos, como nos sentimos.
Al principio todo fue bien. El encuentro se produjo después de largas charlas (en ese momento sí que hablábamos) a través del correo electrónico primero, y después del, para mi fascinante, mundo de los Chat.
Decidimos que teníamos que conocernos en persona. Vernos las caras, y decirnos lo que nos tuviéramos que decir, mirándonos a los ojos. No sé si fue un flechazo, pero nuestras miradas, nuestros respectivos ritmos de la voz, lo que nos decíamos, lo que no decíamos, cómo nos temblaba la voz al hablarnos, daba a entender que había algo más que buena amistad.
Tras esos primeros, pocos, encuentros, casi formales, de besos en la mejilla, risas cómplices, y cines insustanciales, empezamos nuestros primeros pasos hacia la incomunicación…
No diré que, al principio no me gustara… El primer beso robado a tus labios, las primeras caricias, la primera vez que te besaba más allá de lo que el cuello indicaba… Esos momentos, llenos de dulzura, casi de candidez, empezaron a callar nuestras bocas con besos y miradas.
Desde ese instante, se apagaron casi hasta el silencio absoluto, nuestras voces.
Decidimos vernos, la primera vez, en ese Hotel casi perdido en la carretera que nos llevaba al sur. A ese blanco con letras verdes. Sí, a ese. Un martes sí, otro no; ni en vacaciones ni en puentes. A una hora pactada, en una habitación consensuada; llevaba yo algo de beber.
Cuando llegué la primera vez al Hotel, ya estabas en la habitación. Apenas mis nudillos tocaban la puerta, cuando abriste la puerta. Acababas de llegar y apenas te dio tiempo a dejar el bolso en la mesa de la habitación, y soltarte el pelo, que siempre habías llevado recogido mientras nos conocíamos. Iba a decirte lo que me gustabas con el pelo largo dejándose caer sobre tus hombros, pero me pusiste el dedo en la boca para que no hablara.
La única luz que estaba encendida era la del baño, que iluminaba de manera indirecta la habitación, para tener la posibilidad de vernos, sin que la luz inundara nuestros cuerpos.
Me cogiste de la mano, y me diste la espalda, acercándome a la cama. Te giraste, me miraste a los ojos, y me besaste con la lengua hasta lo más profundo de mi boca. Ese primer beso me ofreció la posibilidad de comprobar que se puede levitar mientras se besa; mientras te besan. Mi cuerpo respondió inmediatamente…
En breves segundos, nuestros cuerpos estaban desnudos frente a una cama hasta ese momento desconocida. No recuerdo cómo llegamos a desnudarnos, pero recuerdo que nos habíamos dejado de besarnos en ningún momento. Nuestras manos empezaron a conocer los respectivos cuerpos. Ni una palabra… sólo besos y manos acariciando lo más profundo y guardado de nuestros cuerpos.
Mi lengua recorrió cada pequeño recoveco de tu cuerpo; cada pequeño pliegue. Te miraba a los ojos y tú asentías; cuando apartaba mi boca de tu cuerpo, me mandabas callar con el gesto del dedo en la boca, y sólo se percibía un apenas audible "sigue"… Opté por mirarte mientras descubría los secretos de tus piernas, de tus muslos, para ver si aprobabas mis movimientos. Pero ni una palabra. Solo movimientos de asentimiento, mirada fija en la mía, y las manos en mi cabeza…
Su descubrimiento de mi cuerpo tuvo similares silencios… sus manos en mi pecho, sus caricias, su boca descubriendo secretos incluso que yo mismo desconocía… cuando le empezaba a pronunciar algún palabra de excitación, paraba, me miraba y solo adivinaba a oírle decir "calla"….
Los sudores y la excitación de nuestros cuerpos, moviéndose a ritmo lento o rápido, según el momento, sólo eran acompañados por palabras sueltas, por gemidos y jadeos… No dejaba que las palabras salieran de nuestras bocas. Las callaba con besos apasionados, o con caricias en lugares increíbles que me dejaban mudo.
Tras ese primer encuentro, lleno además de caricias, de besos imposibles, y lleno de silencios, seguimos encontrándonos los días citados, en el Hotel y en la habitación que habíamos acordado. A cada encuentro, el conocimiento de nuestro cuerpo se hacía más profundo. No quedó piel de ella que no tocaran mis dedos, mis labios… Ella descubría cada vez más cosas de mí de las que me podía imaginar.
Pero no había palabras. Con la mirada sabíamos qué queríamos el uno del otro, dónde viajar ese día; a que parte de nuestro cuerpo deberíamos ir; las manos, colocadas de maneras estratégicas, nos decían si queríamos más o necesitábamos descansar.
Pero no había palabras; Un "hasta el martes"… apenas un "bésame"… "sigue por ahí"… "más…más".
Cada vez más pienso que a nuestra relación le falta comunicación.

8 comentarios:

LU dijo...

Miradas, caricias, besos, ternura, sexo desenfrenado… Al fin y al cabo comunicación y muy íntima.
Triste escena de repetición, en una habitación impersonal de hotel. Falta de sorpresas e incertidumbre.

A mi este tipo de historias me producen tristeza.
Biquiños

Mencía dijo...

Joé ... y yo fardando de mis habilidades comunicativas ... cagoenlamar salá ... casi prefería estar mudita ... jajajajajajajaja


Besos besos besos

Gattaca dijo...

Sabes?¿?¿
Me has dejado sin palabras y te asegurop que es algo que tiene mérito...

Miguel dijo...

Creo que, en el fondo, las palabras son el complemento a una historia apasionada. Igual no se puede tener todo.
Besos, la dama se esconde

Miguel dijo...

No calles Mencía!!!!... Tus palabras nos acercan a ti.
A veces sobran, otras son imprescindibles.
Besazos a cientos

Miguel dijo...

Bueno, me ruborizarás Gattaca, jajaja...que no te falten las palabras. La fantasía es la que pone palabras a los relatos, y a los sueños...
Besazos

Penélope dijo...

Me encanta como escribes aunque como dice alg�n comentario, la escena es un poco triste.
Bicos.
Pen�lope.

ROSA ALIAGA dijo...

silencio asesino..pero al menos placentero...me ha encantado tu relato